sábado

La Caída y El Golpe (Cinco)

Casas destruidas, colmadas de vacíos y adioses, retumban en el agitar de las manos de niños extraños, desbarrancados y olvidados, quienes las persiguen cuesta abajo
(siempre cuesta abajo, donde no hubo, hay y habrá esperanzas para ti y para mí);
y el viento canta su adiós, de manera susurrante y polvorienta, al vacío de sus palabras sin destino llevándose las mías, y mis palabras que son viento también, llenas de aire, nunca de vacío, se disparan contra el Sol herido de tu rostro deshecho.

Estoy en la frontera de la muerte y la risa, y muero y destruyo todo lo que he creado riendo a carcajadas rotas de tiempo agotado;
destrozo mis brazos hechos agua al caer, huelo a cacería y muerte;
ataúdes puestos en los pies crujen al paso de mis trancos en la tierra marchita de pasos llenos de ausencia.

De cabeza lúgubre, dice, y le río mi vida cargada de muerte borrando su boca colmada de caricias como un tremendo árbol añoso,
y herido,
acariciado por el viento de mis manos; en una multitud de mares tempestuosos ahogo el fragmento de un grito destruido por mí,
y yo soy el mar,
y soy la multitud ahogada en el mar negro de mi bilis.

Abajo, al fondo de las entrañas, abrazo las entrañas, y esta gesticula su adiós inexorable
al paso del tiempo,
al paso de las madres,
y a mis pasos;
pateo el cadáver de la tierra con ira, contra su pecho suaves se hunden mis pies como cuchillas afiladas, y, desgarrando, arrancan su corazón reventado de lágrimas.

Donde un gran sol derrama océanos ausentes se encuentra la fuente de las agonías y copas quebradas esperando mi adiós, y su retorno. Y los reflejos de todos, la muchedumbre y su destino, la muchedumbre hecha persona, humos, ruido y gritos (gritos hecho sangre derramada a la cloaca existencial), obsesiones, miedos, angustias y lujurias, recorren como jaurías hastiadas del hambre, la miseria, la pequeñez del alma y la mezquindad de las migajas arrojadas a la tierra por todos. . .
(migajas pudriéndose irremediablemente al paso de nuestras cabezas negras);
o caen de cabeza, desgarrando las gargantas, degollando su canto extraño.

Los ruidos de la cuidad me marchitan, corrompiéndome al caminar;
a pasos gigantes sacudidos por espantapájaros o derrumbados, señalan hacia arriba, arriba, arriba y abajo; y la madre, ya anciana, llama a la calma encendiendo
ampolletas, lámparas, velas,
besos y caricias
muertas.

Se lanza la lluvia, siempre como un ente suicida, contra mi rostro y lo hiere con su vida hecha gotas y lágrimas y párpados rotos; se destroza como yo, siempre como yo,
ante la caída y el golpe,
el desasosiego,
la angustia, y
los limites que fueron impuestos.

martes

Manos

Que sea el pulso del mundo quien nos guie en el despertar a la muerte
paso a paso hacia el fin único
y como una caravana de cadáveres que persiguen mi huella
Estas tú
y tu recuerdo, a la manera de un silenciador humeante
así, desde el fondo de tu pecho
se abren los vientres para dar paso a
las añejas entrañas,
manoseadas entrañas del recuerdo enterrado;

cabalgan las angustias
reptan los miedos
se desparrama el corazón hecho cenizas sobre tu cabellera obscura y polvorienta
Y acá estoy
lleno del abandono;

Las manos colmadas de irremediable soledad.

Es,
finalmente,
la alegría fingida quien desgasta mi sonrisa amarga.

jueves

Sombra e Imagen (Cuatro)

Fragmentos de mí han sido desperdigados por todo el tiempo, me han despedazado, convertido en retazos de retazos, sombras de mi sombra soy;
me encuentro buscándolos a ciegas, desbarrancándome, perdido, completamente perdido;
Pariendo de mis párpados ajenos una lágrima dorada, a la manera de una amanecer ensangrentado en medio de cerros enlutados enarbolados de bosques tentaculares,
escucho el bullicio propio de la ciudad y su soledad hecha concreto frio e indiferente.

Roqueríos que caen por acantilados silenciosos despiden a los pájaros señalando al cielo tremendamente blanco, y al fondo,
allá abajo se hacen pedazos los brazos del mar ante el universo destruido que soy yo.
Y respiro,
expectante,
El fin de todo.

Espejándome en tus manos y en tus dedos, encuentro mi aire,
y agonizo
y muero
y vivo.
Así como de tu boca nacen polillas colmadas de caminos asolados por la soledad y el recuerdo y el silencio; me veo caminando y
persiguiendo el Sol nacido del Sol de tu rostro hecho ceniza negra.

Y el abrazo fantasmal del mar hecho niebla salobre nos envuelve en la noche helada, y bramando,
la bestia del ser humano descansa sobre las babas
El grito desgarrador de la Madre.
Nos llora el mar sus luces tenues repartidas en su arena lanzada a puñados contra la brisa susurrante de la luna, quien se afirma borracha en cuatro patas y nos vomita su hálito espumoso.

Duelen las manos, todas magulladas y apuñaladas por las pequeñas cuchillas que el camino posee, y arrastrándome quedo tirado a mitad del camino, rendido,
hecho polvo del polvo que he respirado colmando de vacío lúgubre mis arterias reventadas de sangre obscurecida;
y alimentamos el ego del vacío de formas sin formas de las sombras que éramos.
.
.
.
(De tu boca salen púas que me persiguen, buscan estrangular la garganta de mi pecho herido, abierto, atravesado por lanzas subidas del cielo, cuando caí hacia arriba sin poder frenar mi destino)
.
.
.
Silencio es lo que busco, origen de la cacofonía que es mi vida; silencio como el recuerdo de cual me alimento atascándome las manos en la boca
sellando cualquier agujero o burbuja en la que pueda respirar mi propio aire repleto de miasmas.
Ajada está mi lengua, quemada y rota por la sal marina de tus notas musicales que supuras de tus oídos y que yo lamo del suelo como si en ello
se me fuera la vida.

Infancia, recuerdos vagos que supuran de mis pensamientos y que,
corrompiendo mi cuerpo,
salen afuera, al exterior, a mi piel para arañar y rasgar el ataúd que por ropa llevo;
¿dónde nos negamos los dos, Sombra e Imagen, en el pensamiento de otro?
Un tercero es habitable (aún existiendo el cuarto), con la piel resquebrajada, barba pétrea y mirada anulada en el reflejo infinito del espejo en el cual se observa.

Soy una nube cargada de sangre que camina y que se asfixia ante la inmensidad del horizonte, y lluevo,
lluevo
hachas melladas y manchadas de sangre
astillas tronchadas
hojas
ramas y savia de colores ámbares
y pájaros juntos a sus nido repletos de huevos podridos;
lluevo atardeceres nublados de vientos gélidos huracanados junto a ti, a ti, a ti que no estás acá:
¿Existes?
Sombras de bestia humana hecha sentimientos corroen los ojos reventando la hiel de los párpados,
y los dientes caen pútridos;
y como una pelusa entre los dedos, en la mano, en los ojos y pupilas,
el alma es casi inexistente e inflamable al contacto de la respiración.

¿Qué se puede hacer si ante esos ojos no valgo nada?
¿Desbarrancarme?
¿Flagelar mi rostro?
Mi alma corrompe el cuerpo que habito, el alma y su dolor son como las termitas de esta casa: la corroen, la desgastan,
y la devorarán hasta que caiga hecha pedazos;
(. . .)
a patadas el amor me ha devuelto al vertedero de mis pensamientos, y estos supuran la piel a la manera de manos hechas de gusanos que agujerean la tierra, haciéndola agua entre la sangre que vomito.

viernes

Madre

Traemos el alma despedazada y colgando de un hilo
Se nos vacía en una mezcla de sangre, tierra y lágrimas
Desbordamos los ojos de tanto que te estamos lloviendo
Acariciamos tu corazón de lo inerte que luce

La risa desbocada de la noche
Se transforma, poco a poco,
En mueca de dolor frente al espejo de la finitud tuya

Es la muerte quien nos acecha
Y nosotros, como un pequeño animal herido,
Buscamos en tus entrañas
El refugio ante ella
¡Se nos ríe la muerte!

Canto lágrimas
Canto triste
Canto sangre
Balbuceo las palabras deshechas
Decanto en la muerte como arena en un vaso arrojado al mar
Decanto en el susurro mismo
Mínimo
Esencial
Mi aliento te robará la vida
Vida que ya no existe.

jueves

(Tres)

(Los pájaros no son para ti, no los mereces)

Crepúsculos paridos de nubes tronchadas me observan:
YO SOY quien viaja lentamente en el firmamento
plantando de estrellas el universo;
Caen de mis manos
Olvidadas,
Tristes, furiosas como lágrimas heridas y apuñaladas por el maldito amor del profundo mar, el mar que funciona de descanso a mi cansancio y aburrimiento.

Paso a paso dejo recoger por Otros mis memorias marchitas, las observan como bichos raros, y las revientan, pateándolas, porque les temen.
Y veo como planean los pájaros, deshaciéndose de sus recuerdos abatidos, y caen en forma de plumas destellantes,
Tremendamente cadavéricas y muertas;
Y el mar, amante y violador de la arenisca y las rocas antiguas, embate
Una
Y otra
Y otra vez su celda eterna buscando quebrar su destino.

Somos ancianos que brindan su muerte,
Celebramos el no tener que vernos más.
Celebramos al hombre que yace muerto en aquel rincón olvidado de sus memorias,
memorias repletas de soledad,
Abandono, abandono
Vino
y Mujeres.

Siento que hablo
y gesticulo
y grito
y degüello mi garganta,
Y, sin embargo,
Tú te tragas todos mis intentos desesperados, y hasta ahora fallidos, riendo
─Un instante llueve sobre mis ojos y párpados inertes─
Y la boca que habla deshabita de sí misma sus habitantes lujuriosos quedando abandonada,
Colmada de silencio,
Eterno silencio de sepulcros.
¿Quién me ha arrebatado la lengua, cortándola, mientras sostenías el sollozo de mis manos con tus gestos cariñosos?
Ahora sangro,
Sangro desde las profundidades un Pensamiento:
Sangro un Sol desgarrado a la mitad por tus dedos y uñas.
Chorreo de sangre mi rostro y mis manos,
y me desangro,
¡¡¡ME DESANGRO Y NO MUERO!!!
Inundo de mí las calles grisáceas, las vuelvo rojas, sanguinolentas, pestilentes con el vómito de vísceras palpitantes.

Y clamo tu nombre,
lo clamo y lo clamo
lleno de angustia, cayendo de rodillas sobre mi mar de ansiedad, temeroso de la niebla de mis ojos, del porvenir, temeroso de mi cuerpo débil y raquítico; y
Al llamarlo con mi dolor tremendo este se agusana y muere en mi boca deshaciéndose a la manera de velas, y Mundos, ahogadas en su propio sebo ardiente.

Así tu lengua envuelve mi infancia, mis vivencias mis recuerdos,
Haciéndolos agua entre mis dedos deshechos, memorias en el tiempo agujereado,
Pisadas en la arena bañada en la sal de tu saliva;
Y el retorno, el retorno nos devuelve a nuestra triste realidad finita… . . . (.  .  . ¡¿?!)

Me siento cansado, estafado, aburrido… . . .
Terriblemente aburrido sin rumbo, guiado sólo por mis instintos espantosos.
Naufrago en mi existencia perdida; y es la tierra quien me traga, y me traga a bocanadas tremendas, dentellando mis piernas y la muerte sacudida de mi cabeza, lentamente, tirándome de cabeza al vertedero que es mi alma.
Y la muerte trepa una vez más
a mi cabeza agusanada
Buscando cálido cobijo. . .

miércoles

Sonrisa

Hoy tu sonrisa atravesó mi cabeza
me tomó por la nuca
me azotó repetidas veces contra el pavimento helado. 
Otra vez;
 
Te salpiqué amor.

martes

(Dos)

Caes de tremendas alturas directamente al charco de mi tristeza negra
Y sanguinolenta,
Atragantada, despavorida
Con mi lengua desbocada y arrasada por mis manos curtidas por el frio de tu susurro, ─Y ríes─,
Y son mis brazos, a la manera de fortalezas, quienes te atajan en la caída, y caen junto a ti, compartiendo tu destino, ─y sonrío─.

Desesperados y ciegos,
Ciegos,
Ciegos del alma destemplada,
Ciegos de las entrañas vacías, caemos a la desesperación de la desesperación; y agarrada a nuestras manos roídas corre la muerte sórdida, apretando los dientes y riendo a carcajadas rotas.

(Es en la cabeza donde nos acaricia con sus huesudos dedos largos, y ríe con las manos)

Cerramos los ojos porque no queremos despertar con la angustia de saber que tendremos que dormir nuevamente el sueño.
Eso es lo terrible de sabernos: Únicos.

Se me ha caído un pedazo de semilla de los parpados; Mujer:
Recógelo y plántalo, disfruta de de sus frutos marchitos regados por mis pensamientos de mamparas derrumbadas y empapadas de licor barato.
Así pasaran los días, como transeúntes cojos, tuertos, malolientes; transitarán decrépitos apoyados en su bastón de huesos de árbol hecho carbón y paridos por el leñador mísero del tiempo.

¡Vamos, vamos cayendo!, tan libres como una caída de agua, ¿qué será lo que nos espera al final? ¿o es que caeremos eternamente, malditos por el amor íntegro que parimos con nuestras manos?
¡Nos romperemos los brazos, las piernas y la cabeza, Mujer!