jueves

Lilith.

Cantas de cómo lo celestial se hace mecánico, cantas, la luz, la luz que se hace,
que se hace sombra por cerrar las manos, empuñándolas, y golpear el Sol, inútilmente; o caminas en la tierra agónica y ves, entre los cerros y las quebradas, flores de acero, todas marchitas, todas grises, todas muertas en lo recóndito del alma por oxidación salina;
y es que por oxidación entiéndase cómo late mi corazón por inercia, y es lo rojo que sobresale cuando gesticulo
(hago pánico el gesto):
es lo descascarado de mi tibia corteza humana.. .

. . .(¡¿Tengo corazón, tengo corazón?!). . .

─.. y tus saludos que son gemidos.!;. . . y no ves cómo un sauce se desangra a cenizas a la orilla del estero, agonizante... y lo rojo del sol que encandila las manos..;
ver cómo el mar lame las heridas y las vísceras ─y el cadáver─ de un cetáceo mecánico en pánico por la vista, los ojos!, los ojos de la muchedumbre! (y la sonoridad de la angustia); lamer... lamer... lamer la sal de tus heridas históricas a los antiguo y desdeñado, ─no vale, NO vale toda esa miseria:
(la de morir así, encenizado),
no vale, no vale, NO LO VALE!
(es un patio trasero, un patio trasero!.. ─esconde los cementerios, esconde los cementerios del alma pútrida y ennegrecida...─

Pequeña semilla del Universo, de ti nace el caos en tu gesto astronómico. Y con ello la atmósfera, y la creación divina, y el sacrificio: la veta atmosférica de tu respiración; y es un verte venir, un verte venir, para así sentir el crujir del mundo, porque así es como canta,
como canta, universal, ─la tierra─ bajo nuestros pies... en lo subterráneo, quedémonos en lo subterráneo, porque, mientras el mundo agoniza ante nosotros, permaneceremos tendidos juntos a las piedras; ─lo azaroso de la vida que corre─ permanezcamos en los distintos caminos, en los posibles caminos;

... y te sueño melancólica, vívidamente melancólica, y en el instante infinito del sueño me pares los pensamientos verticales;
y también traes tu propia tristeza interna, cual farol taciturno que alumbra el atardecer nuestro, como pajaritos que somos, tristes, tristes, con la tristeza nuestra en la boca, en la lengua, las entrañas: nacemos en el mismo crepúsculo, nuestra propiedad absoluta...
(Traes, también, el Sol herido en lo infinito... Traes. .  .─)

─Pajarita, pajarita mía, déjame anidar en tu vientre psicológico y sentir el calor de tu sangre fluvial... y duermes, y duermes;
en ti se debate el ir y venir de la naturaleza ─porque eres toda naturaleza, madre del mundo─ volcada en la lógica mecánica que te respira, irremediablemente;


(¿Y por qué me temes, por qué temes a mi sombra siendo esta quien te significa? Ennegreces tu alma de gota frutal, la ennegreces observándome...
Y no soy más que una inflexión de tu lengua, porque me bebes la desgarradura protohistórica de lo absoluto e iconoclástico... Tienes la tierra mojada, naturaleza...

(tierra olorosa a tus pisadas...)... ... ...

... Gemido y sexo de Dios, defines mi sentido humano y el horizonte confuso de lo real y lo imaginario, porque en ti converge la niebla de la vida y la muerte atadas a tus muñecas,
y decides, con tu música atemporal, la arquitectura del mundo que soy, que soy,
del mundo de espanto que soy,
porque eres condición de mi existencia.