miércoles

IV.

Hoy estilan las casas sangre tras las lluvia, y el atardecer se hace negro con el barro con el que cubre su rostro;
como animal herido, panza arriba, con el estilo colosal de la memoria,
reafirmo a bocanadas eléctricas el frio y la niebla humeante de la atmosfera calcinada del horno crematorio que es la tierra, a bocanadas,
terriblemente, a bocanadas
alimento las salamandras de partes de hígados emparafinados;
la etilicidad de los cuerpos en descomposición purifican los sacrificios del olvido, y el pueblo,
el pueblo se reúne alrededor del fuego del brasero: las brasas y el rescoldo,
el rescoldo de mi espalda raspado con la cuchilla del aullido entibia la memoria colectiva...
revuelvo las cenizas de cuerpos pasados, también,
los recovecos del pasado, en ese pequeño espacio de la leña que se consume, irreparable,
como mi aire, como mi aire que abrazo tras el sol, como lluvia que limpia mi rostro con los azotes tremendos de Dios,
quien llora mi nacimiento;
─Y el muerto soy yo..;
el muerto soy yo, me digo, impávido, colocándome la cabeza por sombrero;
el muerto soy yo, me dicen los cañones humeantes del las casa esqueléticas,
todas enumeradas, todas simétricas,
pero todas con los subterráneos de madera esculpida a hachazos sonoros;
el muerto soy yo, me dice el chiflido de un tren que corta la mañana medio a medio de la verijas,
como si castrase la hombría del sueño ininterrumpido de la urbe contradictoria, contradictoria, sí, contradictoria
como la acción prismática de una telaraña a la entrada de la casita que cobija un espanto;
el muerto soy yo, me dice la matita de toronjil esa,
ahogándose en mi pena imperecedera, lo mismo que las legiones de mi bilis oscurecida, atardecida, enmohecida y grandiosa,
grandiosa como esa lengua de fuego que tizna mi andar labriego;
el muerto soy yo, me dice el parrón dividiendo el cielo y el mundo,
como cuchilla degollando a la vida de la muerte, o como partiendo el pan metafísico del horizonte;
y los ecos de toda, todos los ecos de toda la materia me dicen lo mismo:
el muerto soy YO, YO, yo, yo... ... yo... yo... ... ...
y cuando digo: YO, me atraganto conmigo mismo la existencia... ...
ese es mi mantra en el mundo, mientras que soy mantra del universo entero cuando respiro lo irremediable de la imágenes;
cuatro puntos cardinales tiene el día arrojado en mi oído,
─pwel, pikun, lafken, willi─,
en mi oído absoluto, pero aún así no determino la tonalidad de los cristales de los alerces, los álamos, los peumos, los pehuenes, los castaños y los cipreses,
y son mis dedos enredaderas que los asfixian, musgo mi pensamiento y corteza gris mi verdad;
y el humedal de la tierra con los rostros caídos sonríe;
el dolor de mis huesos son puntales, los puntales del propio subterráneo en las entrañas, el dolor, dolor, el dolor cruza toda la fisionomía del mundo, y, ¡magnifico!, crea todo lo verde que se curva ante su propio instinto,
y, como si anunciaran la vida misma, duelen;
entonces... llega la exhumación de la escritura;
coloco, también, el cuello en el antebrazo tronchado que adorna el patio para, luego, partirlo con el hacha del escupo y el gemido;
además arde, arde la consciencia pequeña en las brasas de la miseria;
edifico el día y su arquitectura expandiendo, en los pasos de un río, piedras lanzadas en su hendidura filosófica,
las horas guardándose los siglos y los símbolos bajo la manga,
el circulo esquinado de las copas de los árboles meciendo sus pensamientos neonatos,
la sangre despedazada conteniendo un manto gris de esperanza,
las tejas de la poesía dormida sin brújula,
los instintos de la electricidad adoquinada sin pisadas,
lo automático de la respiración axiomática,
la hermosura de un pellejo bebiéndose la poesía de un vino añejo,
el rito de la navaja rodeando la geometría de un cuello inerte,
el lavatorio en que se han convertido las palabras descascaradas,
el pozo séptico de la labia, del habla, del gesto, del ademán,
y la alfombra negra de la ácida urbe;
y el torpe anhelo de Dios de ser es recitado por los murmullos de los cerritos, crecidos estos, a la falda del alba que los bornea;
es guerra el bramido de los arreados, es guerra el llamado, el grito, verdadero mugido de las soledades y las altitudes de la angustia en los páramos,
horadé a los cementerios su sentido, así como fotografiándolos, plasmando la bienvenida al silencio,
y también, ¡ah!, también en mí se hizo silencio la noche de las cruces,
cartógrafo de los huesos roídos,
hago los mapas laberintos de sangre con la que se han bañado los copihues de los espejos campana abajo, campana abajo escuchando el latir del suelo;
así como mi latitud empequeñece de espacio, despedazado es mi recuerdo fragmentado, fragmentando también el sexo de mundo, que es como una boca gigante pariendo las voces arrugadas de los muertos,
aullando, aullando los sepulcros como el aliento de la tierra,
como el canto que rechina, lo mismo que metales confrontándose al infinito,
como la gran ciudad fúnebre abriendo su útero abortando los primeros amaneceres,
cajón a cielo abierto,
siembra de llanto ecuménico,
germinación de llanto y olvido, sangre y tierra, sangre con tierra,
cosecha de olvido secular
canto hecho de silencios húmedos,
«la común» de hojas caídas incorruptibles,
y el camino que conduce hacia allá y que es polvoroso y agreste, teniendo en la berma de la filosofía, coronas de espinos saludando mi cansancio es lo mismo que arañarse el sonido de las tripas por el hambre de un sueño a medio dormir;
es pena ese camino herido de hombres,
actitud quebrada en el tiempo sin memoria
es pena perenne,
igual que si pintase todas las raíces que lo adornan con el color trémulo del recuerdo,
ese recuerdo también es tristeza tremenda,
porque se quedó ahí, ahí, ahí tirado en su propio recuerdo con la lengua afuera, cansado de ser,
lo mismo que la verticalidad del pensamiento,
de la misma forma que es verticalidad insolente el habla y el gesto,
y la arquitectura misma de la fisiología,
terrible es ese abismo donde cae todo, toda acción,
incluso el ahora, que es cúmulo de sensaciones de los extramuros de la piel, el dolor, el dolor, la violencia de ser,
por eso digo que toda poesía es caída, en esencia,
caída como la ecuación del alma para el alma,
porque toda estética ha de tener una incógnita divina o alguna matemática del espíritu,
violencia, violencia de las entrañas empantanadas,
la oscuridad necesaria del órganos atados al cuerpo, la máquina fúnebre,
el eje del mundo parado en una pata, bailando;
he ahí que yo salto la zanja sanguinolenta del tiempo, y la risa es impune...

y este yo, abismado, cae...

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Soy, SOY YO;

camino, camino erguido sobre mis pies, tengo figura,
¡Ah!, soy hombre, soy un hombre, hijo de mujer,
y estoy aquí, abandonado en la ausencia, en la ausencia de lo absoluto,
nada hay, N A D A existe,
¡Ah!, imagen, reflejo... agua... tierra... materia trémula del mundo y del universo pálido;

...VOZ...

canto: la voz vernácula de los pájaros;
creación...
significación: la sintaxis de los huesos, y la ecuación orgánica latente;
tengo principio, tengo un principio en los pelitos del sol barbudo, hijo de mujer también,
tengo un principio mundano, errático de jugador,
juego al cacho: azar es mi canilla estrepitosa y matemática mis pies metafísicos;
significo: sólo soy un nombre, un estado, reconozco mi voz como el ronquido del mar oscurecido, negro como mis sueños pornográficos,
significo la forma: erguida, de imitación arbórea, pero gris, pero gris y sin sombra, porque es esta la que retroproyecta la arquitectura estética de la realidad,
entonces soy nombre y forma, en esencia, nombre y forma algorítmica, imitación de la imitación, un zumbido de abeja en su panal clínico, reverberación;
respiro, ¡ah!, respiro mi noche, mi nocturno pentagrama,
y mi noche trae los bolsillos cargados de soles frutales, soles cosas, soles muertos, muertos, muertos...
y planto el mundo, y planto el mundo de pájaros: chincoles, barretas, loicas de pecho ensangrentado, pavos, gansos, nobles gallinas patibularias, patos, chercanas, tiuques, zorzales, ¡oh!, uno que otro queltehue, traído desde el pasado subterráneo, el pasado subterráneo rural y agreste, trayendo aguaceros en los graznidos,
y el ensombrecido tue-tue, hijo de Dios y lo nocturno de su sombra;
planto, además, la tierra en la tierra, y mis manos son surco de arado,
semilla es mi saliva ─escupo─,
palabra mi actitud quebrada de espantapájaros secular,
entierro la palabra de mis pies en la tierra húmeda, en la húmeda barriga de la tierra para que germine enormemente enorme;
...pero todo esto no conforma la melancolía de mis paredes..;
libero la paloma de mi urbanidad terrible
apuñalando el grito ahogado de los cementerios que me acompañan;
(─arrulla mi actitud, arrulla mi actitud ígnea...─)..;
los sepulcros definen mi dolor, ¡ay!, mi dolor oloroso a ciénaga,
el eco de mis pasos construyen las estrellas del firmamento geométrico, remeciendo el vacío de mi voz ya lleno de ruido;
y RÍO, río impunemente;
hago mío el gesto de los hombres y la declamación de los claveles, la misa cantada y la oración triste al angelito: el canto a lo divino,
y lo humano cantando a lo humano;
corono mi propia tumba, corono mi propia tumba de historia,
y de mí nace la grandeza de los durazneros, los ciruelos, los nísperos, los limoneros y las higueras:
es mi alegoría a lo melancólico, estatua orgánica del miedo, verdadero árbol de la ciencia, Higuera,
amparo tu sombra con la mía,
amparo tu sombra con la mía, envolviendo la fractalidad que nos constituye;
fruto de Belcebú, ¡ah!, fruto melismático de Belcebú,
también defines el cataclismo de mis voces,
el cataclismo de mis voces...
voy ─este yo─ caminando por mi descascarada vereda fisionómica rodeando la vastedad de mi abrazo,
y mi caída, mi caída es la caída de las hojas al otoño de los automóviles;
lamo la congoja negra del pavimento, y es el sabor de la podredumbre humana,
hediondez a futilidad humana, lo que me yergue ante el desfile de cadáveres;
en mi nombre, ¡AY!, en mi nombre se divide el universo filológico,
y duele, duele el dolor de existir, ─como todo hombre─,
porque TODO mi conocimiento es ese,
y siendo así, traspaso mi dolor a todas las demás cosas del mundo que son sombras de sí mismas,
hago mi dolor tu sentido socrático, Bestia,
porque así río, y río, impunemente;
seré quiebre dentro de un quiebre,
¡ah!, fatalidad atrabiliaria del camino: mi gesto,
paso a paso,
paso a paso a través de un bosque de metralla escupida y ensangrentada;
y se camina lento, se camina lento, lento, a la manera de un sol balbuceando atardeceres enraizados en mis piernas,
y es que siendo célula seré alimento larvário,
pero siendo organismo seré una máquina con la fatalidad desnuda;
pero la telegrafía será mi dialéctica biomecánica;
... rearticulo el oxido de los huesos,
el oxido de la lengua, (─y el lenguaje..!)
y el mecanismo coagulado, coagulado en mi garganta eclipsada...