. . . Mundos que caen de rodillas a los sepulcros sepultados por la tierra herida claman justicia, y a las grietas del cielo grito el naufragio mundial de tu silueta obscura varada al costado del camino del tiempo, o a la manera de pájaros y árboles negros, descendiendo, clavados en la muralla concreta de soledades y ausencias de la ciudad hecha mar y multitud, clamo el dolor parido de mis manos chorreadas de sangre. Y el mar tremendo de nuestros ojos, bestia indomable de apariencia calma, brama muerte sobre muerte despedazándose sobre roqueríos convertidos ya en arena deshecha; hundidos y perdidos, hundidos bajo nuestras aguas de siglos yacemos agonizando crepúsculos que tiempo atrás ya estaban muertos, y no lo sabemos: desconocemos lo que vemos, los que sentimos, PORQUE TODO ES MENTIRA, una gran mentira universal y la única certeza que tenemos es la de vivir nuestra muerte, hecha hembra y hambre, cargada de noche y pájaros muertos sueltos a la soledad del aire donde irremediablemente caen a la manera de termitas grotescas; agujereo el sentido de los cementerios corrompiendo sus murallas con mi alarido, este alarido, acumulando sus cadáveres ya inmortales, entregados al infinito del infinito de la muerte… … (… . . . Y) Muero muriendo y el dolor del alma supura la piel de piedras negras derrumbadas, y los pájaros que planean sobre el valle de mi grito armado de cuchillas llenas de desazón y estupor con el corazón y las entrañas se me deshacen cayendo a pedazos oxidados, mutiladas por los cuchillos, abortadas de mis manos; son los alaridos y gemidos que supuran de mí los que me superan en número. . Mis acciones están tiradas en la calle, la sucia calle que va cuesta abajo, empedrada y antigua, azotada, acuchillada, amordazada de la lengua y los dientes rotos cariados de niños que ruedan a pedazos, ensangrentando los mosaicos de piedra con el hambre tremendo del mundo que se me cae a pedazos cada vez más pequeños; y estos manchan mi rostro con sus estallidos; el corazón ya muerto se vuelve de piedra y endurecido se desmorona por los cerros y acantilados que componen nuestra geografía tumbada a nuestro lado como animales sin sentido, que aparecen y desaparecen del sueño dolido, o bien como animales que nos dentellan y arrancan como árboles heridos: sin raíces, sin hojas, sin frutos, sin pájaros que les canten. . . GRITO MI CONDICIÓN HUMANA y de aire, y de aire que soy, irremediable, traspaso los órganos del cuerpo habitado pudriéndolo sin que nada ya me detenga… .. … .. .
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