domingo

I.


La Urbe, la urbe grande, que me asfixia:
La que me vomita encima sus vehículos, el estruendo de la vida, las calles mojadas, la multitud;
Las miradas y las calles desgastadas por
La lluvia de la gente,
Sus pasos, sus alaridos;
O bien plantan y brotan las piedras de la tierra que
Yace muerta ahí, ahí:
Ahí también estoy muerto, junto a las piedras,
Y con el cuerpo cubierto con el agua
Esta llega casi a mi boca abierta y no respiro. (─Siempre estoy escuchando un alarido dentro de mí, Siempre.─)

Un Sol se cuela en mi rostro
Y lo recorre arañando el prisma de mis ojos,
Matando a la máquina hecha de
o sangre
o vómitos;
Veo una escalera orgánica, viva, grotesca, que supura cadáveres de sus flores encadenadas; y que,
Al contacto de mis dedos respira, habla, gime,
sobretodo gime al contacto del aire,
De mi aire,
De su aire;
Habla y respira, y araña con sus ramas las ventanas de mis entrañas haciéndolas gritar siempre al subir por ellas;
Al subir y permanecer.
Es el absurdo de conducirnos a ninguna parte; sólo subir y permanecer, para después caer estrepitosamente como su fruto,
O volar como los pájaros que somos… o Seremos.

Camino y me canso,
me canso:
Me canso mucho ante el Sol y las grietas del camino, y
Empequeñezco a cada paso que doy asfixiando la vista con mi sombra de la sombra que cada vez
se agranda irremediablemente,
Envolviendo mi rostro atónito por aquellos árboles plantados en suelo marchito cubiertos por la suciedad del Hombre
y de hombres
y mujeres
y niños que corren,
Desesperados, en busca de sus madres perdidas.

Solo
sólo
Me curvo ante la inmensidad del horizonte, y cierro los ojos,
y es ahí cuando sé que estoy,
junto a ti
Que ─existes─ estás frente a mí
Abrazada; y en cada movimiento respiro ─te respiro─ a la manera que el mar devora un naufragio y los tripulantes a la deriva,
abandonados
s
o
l
o
s.
Recuerdo, recuerdo como si no hubiera una vez y se me cayera a pedazos de los párpados cerrados y envueltos en él.

Y la lluvia se quedó ahí, en el viento, en el susurro de tu viento, en las gotas de sangre que caen infinitamente a mis ojos cerrados por el espanto de la angustia atragantada de
Universos en Uno mismo que, infinitamente reflejados, entrechocándose y tronchándose
a sí mismos,
brotan de sí sangre de sus hojas y viven guardándose en la tierra;
Y mueren arrasados por el leviatán del sol de mi susurro obsceno
A la manera de maderas negras carbonizadas por la agonía,
o como flores asfixiadas de cabezas caídas reprimidas.

viernes

Mendigos que te sonríen con las manos porque todo

─Todo.

Todo se les ha caído del rostro.

jueves

De Piedra (Final)

… ¡¡… …!!
. . . Mundos que caen de rodillas a los sepulcros sepultados por la tierra herida claman justicia, y a las grietas del cielo grito el naufragio mundial de tu silueta obscura varada al costado del camino del tiempo, o a la manera de pájaros y árboles negros, descendiendo, clavados en la muralla concreta de soledades y ausencias de la ciudad hecha mar y multitud, clamo el dolor parido de mis manos chorreadas de sangre. Y el mar tremendo de nuestros ojos, bestia indomable de apariencia calma, brama muerte sobre muerte despedazándose sobre roqueríos convertidos ya en arena deshecha; hundidos y perdidos, hundidos bajo nuestras aguas de siglos yacemos agonizando crepúsculos que tiempo atrás ya estaban muertos, y no lo sabemos: desconocemos lo que vemos, los que sentimos, PORQUE TODO ES MENTIRA, una gran mentira universal y la única certeza que tenemos es la de vivir nuestra muerte, hecha hembra y hambre, cargada de noche y pájaros muertos sueltos a la soledad del aire donde irremediablemente caen a la manera de termitas grotescas; agujereo el sentido de los cementerios corrompiendo sus murallas con mi alarido, este alarido, acumulando sus cadáveres ya inmortales, entregados al infinito del infinito de la muerte… … (… . . . Y) Muero muriendo y el dolor del alma supura la piel de piedras negras derrumbadas, y los pájaros que planean sobre el valle de mi grito armado de cuchillas llenas de desazón y estupor con el corazón y las entrañas se me deshacen cayendo a pedazos oxidados, mutiladas por los cuchillos, abortadas de mis manos; son los alaridos y gemidos que supuran de mí los que me superan en número. . Mis acciones están tiradas en la calle, la sucia calle que va cuesta abajo, empedrada y antigua, azotada, acuchillada, amordazada de la lengua y los dientes rotos cariados de niños que ruedan a pedazos, ensangrentando los mosaicos de piedra con el hambre tremendo del mundo que se me cae a pedazos cada vez más pequeños; y estos manchan mi rostro con sus estallidos; el corazón ya muerto se vuelve de piedra y endurecido se desmorona por los cerros y acantilados que componen nuestra geografía tumbada a nuestro lado como animales sin sentido, que aparecen y desaparecen del sueño dolido, o bien como animales que nos dentellan y arrancan como árboles heridos: sin raíces, sin hojas, sin frutos, sin pájaros que les canten. . . GRITO MI CONDICIÓN HUMANA y de aire, y de aire que soy, irremediable, traspaso los órganos del cuerpo habitado pudriéndolo sin que nada ya me detenga… .. … .. .
. .
.
. ..
─¡¿.?!

sábado

La Caída y El Golpe (Cinco)

Casas destruidas, colmadas de vacíos y adioses, retumban en el agitar de las manos de niños extraños, desbarrancados y olvidados, quienes las persiguen cuesta abajo
(siempre cuesta abajo, donde no hubo, hay y habrá esperanzas para ti y para mí);
y el viento canta su adiós, de manera susurrante y polvorienta, al vacío de sus palabras sin destino llevándose las mías, y mis palabras que son viento también, llenas de aire, nunca de vacío, se disparan contra el Sol herido de tu rostro deshecho.

Estoy en la frontera de la muerte y la risa, y muero y destruyo todo lo que he creado riendo a carcajadas rotas de tiempo agotado;
destrozo mis brazos hechos agua al caer, huelo a cacería y muerte;
ataúdes puestos en los pies crujen al paso de mis trancos en la tierra marchita de pasos llenos de ausencia.

De cabeza lúgubre, dice, y le río mi vida cargada de muerte borrando su boca colmada de caricias como un tremendo árbol añoso,
y herido,
acariciado por el viento de mis manos; en una multitud de mares tempestuosos ahogo el fragmento de un grito destruido por mí,
y yo soy el mar,
y soy la multitud ahogada en el mar negro de mi bilis.

Abajo, al fondo de las entrañas, abrazo las entrañas, y esta gesticula su adiós inexorable
al paso del tiempo,
al paso de las madres,
y a mis pasos;
pateo el cadáver de la tierra con ira, contra su pecho suaves se hunden mis pies como cuchillas afiladas, y, desgarrando, arrancan su corazón reventado de lágrimas.

Donde un gran sol derrama océanos ausentes se encuentra la fuente de las agonías y copas quebradas esperando mi adiós, y su retorno. Y los reflejos de todos, la muchedumbre y su destino, la muchedumbre hecha persona, humos, ruido y gritos (gritos hecho sangre derramada a la cloaca existencial), obsesiones, miedos, angustias y lujurias, recorren como jaurías hastiadas del hambre, la miseria, la pequeñez del alma y la mezquindad de las migajas arrojadas a la tierra por todos. . .
(migajas pudriéndose irremediablemente al paso de nuestras cabezas negras);
o caen de cabeza, desgarrando las gargantas, degollando su canto extraño.

Los ruidos de la cuidad me marchitan, corrompiéndome al caminar;
a pasos gigantes sacudidos por espantapájaros o derrumbados, señalan hacia arriba, arriba, arriba y abajo; y la madre, ya anciana, llama a la calma encendiendo
ampolletas, lámparas, velas,
besos y caricias
muertas.

Se lanza la lluvia, siempre como un ente suicida, contra mi rostro y lo hiere con su vida hecha gotas y lágrimas y párpados rotos; se destroza como yo, siempre como yo,
ante la caída y el golpe,
el desasosiego,
la angustia, y
los limites que fueron impuestos.

martes

Manos

Que sea el pulso del mundo quien nos guie en el despertar a la muerte
paso a paso hacia el fin único
y como una caravana de cadáveres que persiguen mi huella
Estas tú
y tu recuerdo, a la manera de un silenciador humeante
así, desde el fondo de tu pecho
se abren los vientres para dar paso a
las añejas entrañas,
manoseadas entrañas del recuerdo enterrado;

cabalgan las angustias
reptan los miedos
se desparrama el corazón hecho cenizas sobre tu cabellera obscura y polvorienta
Y acá estoy
lleno del abandono;

Las manos colmadas de irremediable soledad.

Es,
finalmente,
la alegría fingida quien desgasta mi sonrisa amarga.

jueves

Sombra e Imagen (Cuatro)

Fragmentos de mí han sido desperdigados por todo el tiempo, me han despedazado, convertido en retazos de retazos, sombras de mi sombra soy;
me encuentro buscándolos a ciegas, desbarrancándome, perdido, completamente perdido;
Pariendo de mis párpados ajenos una lágrima dorada, a la manera de una amanecer ensangrentado en medio de cerros enlutados enarbolados de bosques tentaculares,
escucho el bullicio propio de la ciudad y su soledad hecha concreto frio e indiferente.

Roqueríos que caen por acantilados silenciosos despiden a los pájaros señalando al cielo tremendamente blanco, y al fondo,
allá abajo se hacen pedazos los brazos del mar ante el universo destruido que soy yo.
Y respiro,
expectante,
El fin de todo.

Espejándome en tus manos y en tus dedos, encuentro mi aire,
y agonizo
y muero
y vivo.
Así como de tu boca nacen polillas colmadas de caminos asolados por la soledad y el recuerdo y el silencio; me veo caminando y
persiguiendo el Sol nacido del Sol de tu rostro hecho ceniza negra.

Y el abrazo fantasmal del mar hecho niebla salobre nos envuelve en la noche helada, y bramando,
la bestia del ser humano descansa sobre las babas
El grito desgarrador de la Madre.
Nos llora el mar sus luces tenues repartidas en su arena lanzada a puñados contra la brisa susurrante de la luna, quien se afirma borracha en cuatro patas y nos vomita su hálito espumoso.

Duelen las manos, todas magulladas y apuñaladas por las pequeñas cuchillas que el camino posee, y arrastrándome quedo tirado a mitad del camino, rendido,
hecho polvo del polvo que he respirado colmando de vacío lúgubre mis arterias reventadas de sangre obscurecida;
y alimentamos el ego del vacío de formas sin formas de las sombras que éramos.
.
.
.
(De tu boca salen púas que me persiguen, buscan estrangular la garganta de mi pecho herido, abierto, atravesado por lanzas subidas del cielo, cuando caí hacia arriba sin poder frenar mi destino)
.
.
.
Silencio es lo que busco, origen de la cacofonía que es mi vida; silencio como el recuerdo de cual me alimento atascándome las manos en la boca
sellando cualquier agujero o burbuja en la que pueda respirar mi propio aire repleto de miasmas.
Ajada está mi lengua, quemada y rota por la sal marina de tus notas musicales que supuras de tus oídos y que yo lamo del suelo como si en ello
se me fuera la vida.

Infancia, recuerdos vagos que supuran de mis pensamientos y que,
corrompiendo mi cuerpo,
salen afuera, al exterior, a mi piel para arañar y rasgar el ataúd que por ropa llevo;
¿dónde nos negamos los dos, Sombra e Imagen, en el pensamiento de otro?
Un tercero es habitable (aún existiendo el cuarto), con la piel resquebrajada, barba pétrea y mirada anulada en el reflejo infinito del espejo en el cual se observa.

Soy una nube cargada de sangre que camina y que se asfixia ante la inmensidad del horizonte, y lluevo,
lluevo
hachas melladas y manchadas de sangre
astillas tronchadas
hojas
ramas y savia de colores ámbares
y pájaros juntos a sus nido repletos de huevos podridos;
lluevo atardeceres nublados de vientos gélidos huracanados junto a ti, a ti, a ti que no estás acá:
¿Existes?
Sombras de bestia humana hecha sentimientos corroen los ojos reventando la hiel de los párpados,
y los dientes caen pútridos;
y como una pelusa entre los dedos, en la mano, en los ojos y pupilas,
el alma es casi inexistente e inflamable al contacto de la respiración.

¿Qué se puede hacer si ante esos ojos no valgo nada?
¿Desbarrancarme?
¿Flagelar mi rostro?
Mi alma corrompe el cuerpo que habito, el alma y su dolor son como las termitas de esta casa: la corroen, la desgastan,
y la devorarán hasta que caiga hecha pedazos;
(. . .)
a patadas el amor me ha devuelto al vertedero de mis pensamientos, y estos supuran la piel a la manera de manos hechas de gusanos que agujerean la tierra, haciéndola agua entre la sangre que vomito.

viernes

Madre

Traemos el alma despedazada y colgando de un hilo
Se nos vacía en una mezcla de sangre, tierra y lágrimas
Desbordamos los ojos de tanto que te estamos lloviendo
Acariciamos tu corazón de lo inerte que luce

La risa desbocada de la noche
Se transforma, poco a poco,
En mueca de dolor frente al espejo de la finitud tuya

Es la muerte quien nos acecha
Y nosotros, como un pequeño animal herido,
Buscamos en tus entrañas
El refugio ante ella
¡Se nos ríe la muerte!

Canto lágrimas
Canto triste
Canto sangre
Balbuceo las palabras deshechas
Decanto en la muerte como arena en un vaso arrojado al mar
Decanto en el susurro mismo
Mínimo
Esencial
Mi aliento te robará la vida
Vida que ya no existe.

jueves

(Tres)

(Los pájaros no son para ti, no los mereces)

Crepúsculos paridos de nubes tronchadas me observan:
YO SOY quien viaja lentamente en el firmamento
plantando de estrellas el universo;
Caen de mis manos
Olvidadas,
Tristes, furiosas como lágrimas heridas y apuñaladas por el maldito amor del profundo mar, el mar que funciona de descanso a mi cansancio y aburrimiento.

Paso a paso dejo recoger por Otros mis memorias marchitas, las observan como bichos raros, y las revientan, pateándolas, porque les temen.
Y veo como planean los pájaros, deshaciéndose de sus recuerdos abatidos, y caen en forma de plumas destellantes,
Tremendamente cadavéricas y muertas;
Y el mar, amante y violador de la arenisca y las rocas antiguas, embate
Una
Y otra
Y otra vez su celda eterna buscando quebrar su destino.

Somos ancianos que brindan su muerte,
Celebramos el no tener que vernos más.
Celebramos al hombre que yace muerto en aquel rincón olvidado de sus memorias,
memorias repletas de soledad,
Abandono, abandono
Vino
y Mujeres.

Siento que hablo
y gesticulo
y grito
y degüello mi garganta,
Y, sin embargo,
Tú te tragas todos mis intentos desesperados, y hasta ahora fallidos, riendo
─Un instante llueve sobre mis ojos y párpados inertes─
Y la boca que habla deshabita de sí misma sus habitantes lujuriosos quedando abandonada,
Colmada de silencio,
Eterno silencio de sepulcros.
¿Quién me ha arrebatado la lengua, cortándola, mientras sostenías el sollozo de mis manos con tus gestos cariñosos?
Ahora sangro,
Sangro desde las profundidades un Pensamiento:
Sangro un Sol desgarrado a la mitad por tus dedos y uñas.
Chorreo de sangre mi rostro y mis manos,
y me desangro,
¡¡¡ME DESANGRO Y NO MUERO!!!
Inundo de mí las calles grisáceas, las vuelvo rojas, sanguinolentas, pestilentes con el vómito de vísceras palpitantes.

Y clamo tu nombre,
lo clamo y lo clamo
lleno de angustia, cayendo de rodillas sobre mi mar de ansiedad, temeroso de la niebla de mis ojos, del porvenir, temeroso de mi cuerpo débil y raquítico; y
Al llamarlo con mi dolor tremendo este se agusana y muere en mi boca deshaciéndose a la manera de velas, y Mundos, ahogadas en su propio sebo ardiente.

Así tu lengua envuelve mi infancia, mis vivencias mis recuerdos,
Haciéndolos agua entre mis dedos deshechos, memorias en el tiempo agujereado,
Pisadas en la arena bañada en la sal de tu saliva;
Y el retorno, el retorno nos devuelve a nuestra triste realidad finita… . . . (.  .  . ¡¿?!)

Me siento cansado, estafado, aburrido… . . .
Terriblemente aburrido sin rumbo, guiado sólo por mis instintos espantosos.
Naufrago en mi existencia perdida; y es la tierra quien me traga, y me traga a bocanadas tremendas, dentellando mis piernas y la muerte sacudida de mi cabeza, lentamente, tirándome de cabeza al vertedero que es mi alma.
Y la muerte trepa una vez más
a mi cabeza agusanada
Buscando cálido cobijo. . .

miércoles

Sonrisa

Hoy tu sonrisa atravesó mi cabeza
me tomó por la nuca
me azotó repetidas veces contra el pavimento helado. 
Otra vez;
 
Te salpiqué amor.

martes

(Dos)

Caes de tremendas alturas directamente al charco de mi tristeza negra
Y sanguinolenta,
Atragantada, despavorida
Con mi lengua desbocada y arrasada por mis manos curtidas por el frio de tu susurro, ─Y ríes─,
Y son mis brazos, a la manera de fortalezas, quienes te atajan en la caída, y caen junto a ti, compartiendo tu destino, ─y sonrío─.

Desesperados y ciegos,
Ciegos,
Ciegos del alma destemplada,
Ciegos de las entrañas vacías, caemos a la desesperación de la desesperación; y agarrada a nuestras manos roídas corre la muerte sórdida, apretando los dientes y riendo a carcajadas rotas.

(Es en la cabeza donde nos acaricia con sus huesudos dedos largos, y ríe con las manos)

Cerramos los ojos porque no queremos despertar con la angustia de saber que tendremos que dormir nuevamente el sueño.
Eso es lo terrible de sabernos: Únicos.

Se me ha caído un pedazo de semilla de los parpados; Mujer:
Recógelo y plántalo, disfruta de de sus frutos marchitos regados por mis pensamientos de mamparas derrumbadas y empapadas de licor barato.
Así pasaran los días, como transeúntes cojos, tuertos, malolientes; transitarán decrépitos apoyados en su bastón de huesos de árbol hecho carbón y paridos por el leñador mísero del tiempo.

¡Vamos, vamos cayendo!, tan libres como una caída de agua, ¿qué será lo que nos espera al final? ¿o es que caeremos eternamente, malditos por el amor íntegro que parimos con nuestras manos?
¡Nos romperemos los brazos, las piernas y la cabeza, Mujer!

lunes

S

Te he soñado,


Otra vez


Anhelado,


                         Como siempre.

martes

Refracto

Caer como una gota en el charco de tus recuerdos
Y entro a tus aguas, me resistes, y expulsas hacia el espacio nuevamente
Como los colores los recuerdos se refractan en mi piel iluminada.


─Inhalo.


Eterno instante
Vuelvo a caer
Esta vez tu charco me envuelve.


─Exhalo,


Es mi secreto el que escuchas.

lunes

De donde se nace (Uno)

El terrible puño de tierra presiona mi corazón contra su jaula esquelética,
     Aplastándolo,
     Desangrándolo,  
     Arrasándolo,
     Desplomándolo en el vómito del que nacen los pájaros salvajes;
                                                                   Pájaros que planean sobre las nubes, y estas que luchan, encarnizadas,

Contra el Sol,
Contra la Luna y la Atmósfera,
Abrazando la tierra
Luchan enseñando su corvo bestialmente entre los dientes,
y,
luego sonríen la sonrisa rota de la victoria sobre nuestras cabezas negras y desnudas.
 
Sabiendo que su tiempo es limitado, y que morirán cuando se despeguen los labios, abriendo y liberando la bestia del vacío del adiós,

Las gotas caerán, caerán furiosamente;

Caerán llenas de rabia,
Junto a crepúsculos negros y antiguos reventarán la tierra estrellando su humedad lasciva y lujuriosa sobre el cénit de mis pupilas inertes.

 

Y de nubes heridas caen las gotas, caen al mar, el mar tremendo del olvido,

El mar de tus manos;
Manos de donde nacen las sonrisas sinceras,
Manos de donde se escuchan la respiración
Y los gemidos subterráneos,
 
Manos de donde nace la muerte de tu boca, tan frágil como las ideas y la vida misma que la muerte, recién nacida, consume…
 

 

Ciudad falsa, llena de caretas y máscaras horribles. Sus personas no son personas, son simples jaulas sucias, oxidadas y resquebrajadas; sus caras son deformes, lucen la mueca desfigurada de la no-memoria. ¿Es acaso la urbanidad muerta lo que devora el encanto que teníamos?

Estamos atrapados,
Terriblemente atrapados dentro
De nuestros cuerpos,
Jaulas sudadas de pseudolibertad…

Sin embargo,

Y sin embargo,

Es la propia existencia la que nos hace luchar, empujándonos y azotándonos contra los muros corroídos y olvidados.

Bajo mis pies la tierra húmeda corre,
     Espejando mi rostro sucio y magullado,

Desenfrenada para lanzarse al abrazo de los gusanos.

Y es mi propia mirada quien desborda sus ojos al abismo de la niebla,

el llamado desgarrado en el vientre.

viernes

El Cuarto Hombre

«Uno. Había una vez un hombre que reparaba compactadores de basuras, porque le gustaba hacer eso más que cualquier otra cosa en este mundo.


Dos. Había una vez un hombre que reparaba compactadores de basuras en una sociedad donde escaseaban materiales para la construcción. La basura debidamente compactada se utilizaba para formar cimientos arquitectónicos.


Tres. Había una vez un hombre que odiaba los compactadores de basuras, sin embargo, los reparaba para poder comprarle sedantes a su esposa.


Cuatro. Había una vez un hombre que al rearticular los compactadores de basuras que tanto odiaba, creó una máquina que…»