el canto, el canto polifónico, se gesta de verde, acumulado,
acumulado de puñaladas exactas contra mi sentido humano,
mi canto humano, mi YO humano.
De-canto el canto herido, ilusionado, apasionado,
apasionado ante tu figura hecha actitud natural de naturaleza, de fuerza, de fuerza creativa, caótica, caótica;
gesto el caos, gesto el caos cuando abrazo tus manos y el canto. . . manos que son gesto de fruto, frutales, fragantes, pequeñas raíces en la teoría de lo imperecedero e infinito;
brotando ahí cual hoja, cual semilla enterrada en la tierra, en tu vientre la boca;
alimentas el aire de aire, de palabra, de irremediable gesticulación y articulación la tierra; amas riendo, hablas, dices:
─Sonríe, que no estás muerto;
y ríes con las manos en mi rostro, dibujándome la imagen, la hórrida imagen; que todo sea imagen. . ! ─imaginación. ..─,
que mi canto sea imagen, dices, la creación de la creación, el génesis, la physis fotográfica, cinematográfica, mecanizada, automatizada de los sueños obnubilados. . .
* * *
El De-Canto.
La pared, la pared sonora del tiempo
se cae a pedazos ante el silencio tuyo y mío,
y mío es el silencio, cual Universo ausente de cuerpos celestes,
calla revelando lo oculto en su pecho de paloma herida.
Bajo una pequeña sombra de durazno cenizo, nos fotografió el Sol,
nos fotografió, nos fotografió las almas,
las almas hecha carne, carne hecha almas.
Sincrónicos, sincronizados, sin cronos,
sin tiempo,
infinitos, infinitos, infinitos,
infinitos con los bolsillos vueltos hacia afuera, porque no necesitamos tiempo,
no necesitamos del tiempo.
Juega la niebla entre nosotros, respirando,
─inhalando, exhalando─, entre nosotros juega,
como juegan las pequeñas bestias en el lecho de un río,
y las hojas del Árbol esquivan los trastabilleos del Sol y el Viento.
Cordial, un membrillo añoso nos rasca la cabeza al saludarlo, sonríe,
sonríe su edad hecha círculos marcados en su rostro,
arañando su cítrico rostro amarillo el Sol polvoroso.
La tierra aún está húmeda, nos sonríe también,
nos sonríe un caracol, y sobre este va el universo a cuestas (Respiras; espiral); y la dialéctica matemática de tus pasos
inunda el pavimento de pájaros que se te han caído de la cabellera,
y sobre el pavimento, el pavimento ardiendo, ennegrecido aletean, renaciendo.
Hecha de azul, la grieta atmosférica
abraza mi contorno llorando con el rostro
borrado por la hojas de un árbol tronchado
por lo ojos. . , con la boca enterrada en la tierra,
aullando, a u l l a n d o, el desmembramiento
de un hermano y la psicopatía de las tijeras.
Los días caen hechos ayer, ayer de un ayer,
de un ayer, de un ayer,
de un ayer hecho hoy, como una gota perdida
en la húmeda atmósfera filosófica de tu labia;
evolucionan los días, nacen-evolucionan-mueren
en tu mirada geográfica-lógica de niña perdida en mí,
la ausencia. . .
En la línea férrea de un tren
partimos al camino infinitesimalmente, y el automóvil,
el automóvil de G R I S nos pregunta
el motivo de tener
las sombras a nuestras espaldas ennegrecidas
los sueños de “Dios”.
(Una plumilla coqueta, perdida, de algún pajarito anónimo nos revolotea el rostro
y l o s v i e n t r e s.)
Y la curva geométrica del volante
se hace realidad en la carretera; realidad,
la realidad, todo se hace
grotesca realidad señalética
ante nuestro gesto de pánico acústico.
Las nubes se desdibujan en mi rostro;
y en el tuyo se condensan,
rasgando el húmedo velo de frío.
. . . Vacas pastan plácidas el pasto seco de mi negra cabellera. . .
Se nublan los atardeceres alquilados por la orbita galáctica del universo, naufragan, naufragan plácidas,
naufragan cual plomo submarino de un buzo socrático en la verdad,
la verdad hecha mar finito, y, sin embargo, cuántico.
A escupitajos, el Mar, dibujó la postal ecléctica de Valparaíso
en los cerros ─en los hechos, la historia, los pasos, la multitud. . .─, en los cerros hechos de miseria,
M I S E R I A, miseria humana; Y la lógica de los hechos fenómeno-estéticos siguen, siguen,
siguen su propia programación caótica, caótica, donde el incremento de
los valores-variables suceden, suceden en lo más profundo de la respiración ahogada por el humo de un incendio prehistórico;
se ríe el algoritmo de “Dios”, se ríe el a l g o r i t m o de “Dios”, tremendamente horripilante,
grande, grande como el crepúsculo de Sol nocturno,
el
U
n
i
v
e
r
s
o
.
.
.
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