jueves

Antíphysis

En el sueño de un cuesco de durazno, "Dios" es un insecto recorriendo un brazo poblando de bosques de universos el universo; el brazo se sacude, porque "Dios" muerde a su creador,
y este cae formando espirales geométricas, aprendiendo, él, el lenguaje matemático de la muerte y su agonía, su propia agonía
(... —Fibonacci se me ríe entre los dientes y la lengua—, otra vez...)...
Y revisa sus bolsillos cargados, llenos, de tremenda noche insomne, pronto a caer a un charco de agua,
y se suspende en el aire para arrojar una moneda; circularmente, la onda se expande reflejándose, "Dios",
y se ve, llevándose el espanto al hocico por ver a un hombre espantado de su espanto por el reflejo.

Entonces, "Dios", dijo:
—Haré del hombre mi reflejo, sus ojos serán mares y su boca escupirá mi espanto en la tierra quemada.


Y se rió;

(«y vio, cual Viento, que era bueno e hizo al tiempo el sin fin: el segundo, el vigésimo, el milésimo, el eterno génesis.»);


se hizo la antíphysis mecánica infinita;
el sueño, la hórrida paradoja, se cae a pedazos,
a pedazos, a pedazos de hombre el vitral, de hombre.

martes

II.

Brotan las turbias aguas de la vida en la tierra,ennegrecida,
obscurecida de las manos y la cabeza, arrasando,
arrasando y pateando con hedor tremendo las raíces de mi cabello tornasol; brota,
brota como caldo primordial, brota esencial, de la vida, chorreando,
chorreando y arrojando su miasma fétido, brotado y lleno de pus, brotado, a mi boca entreabierta,
miasma pútrido, como
ojos de paloma muerta, extinta, silenciada, atragantada con un pan duro en azogue lanzado, lanzado y escupido, desde alguna ventana de edificio postmoderno a la calle empedrada, llena de piedras muertas, de la ciudad; y mi boca se pudre, cual un huracán marchito,
con ÉL, con ellos, con DIOS, con DIOS y la metafísica, se pudre, se pudre, se pudre cayendo a pedazos, cayendo a pedazos mi lengua se pudre, se pudre;
y brotó, brotó, ahí, en medio del pavimento del mundo, solo, solitario en la ausencia, decapitado; y,
donde (y cuando) la función biológica-mecánica de la vida se hace presente en el verbo, la ataraxia del hombre se hace urbanidad y muere, asfixiada, destrozada, rodando cerro-abajo, despeñándose,
o tirada ahí, hambrienta como paloma coja, en el pavimento trasnochado.. .
. . .
. .! De cenizas, de verdes, cenizas y verdes, y azules, la ceniza cae, cae, cae irremediable, como mis ideas, las ideas se me caen como la ceniza,
la ceniza que es fruto de la combustión de las hojas marchitas-muertas; y caen las ideas formando espirales en medio de la muchedumbre, el gentío, el hastío, la urbanidad muerta que está ahí, tirada, con la silueta del cuerpo ya delineado por la policía en la calle, asesinada;(. . .),
Las nubes que se tiñen de ceniza se arrastran, como caballos, como automóviles-último-modelo,
a la manera de mi cuerpo pisoteado y arrastrado de miradas y gestos de indiferencia…
. . . Risas, risas, llanto, risas, y personas que son máscara y reflejo y sollozo tremendo; y el cielo nace de tu sonrisa, amanece junto a ti y mis pájaros salvajes:
nace el caos en tu gesto astronómico, y , fenomenal, crea agujeros negros infinitos, donde la muerte deja de ser muerte, infinitamente negros y los pájaros o las ideas caen dejando una espiral matemática indeterminada
(… ─Fibonacci se me ríe entre los dientes y la lengua─,…). .  . 
La tarde
Ya es LA tarde, cae el sol, cae, cae el sol hipotético, muriendo, muere muriendo junto con la luna y sus pecas, y la noche se enluta ennegreciendo su rostro, sus manos, sus suaves manos de pajarita pequeña; tres estados,
son tres los estados de la vida cuando agonizo junto al sol, cada día lo mismo, y agonizo viendo el horizonte mientras viajo en una carretera del mismo color que mi ánimo: gris, g r i s, G  R  I  S, la tierra está gris, está gris de las llamas de antaño…; me acurruco bajo el sueño de las hojas de un durazno, y se mece,
me mece al ritmo del canto de un susurro de los frutos, o bien gritos, sí, gritos, alaridos, alaridos que son cantados por pájaros regurgitando, alimentando a sus crías;
.
..
...
veo cómo un insecto recorre mi brazo poblado de bosques,
veo, ahí tendido, cómo un insecto recorre el brazo del mundo, borracho,
veo cómo un insecto, cayendo, recorre el brazo de DIOS, y DIOS recorre el brazo del universo siendo insecto en el insecto, riendo,
en lo humano,
en la idea terrible de la consciencia,
en el sueño de un cuesco de durazno somnoliento,
no
(─despierta!..).

jueves

Roble

A Teresa Mendoza.

Truena el viento dentro del viento cuando corre, huracanado, dentro de mi cabeza, de nuestras cabezas, a la manera de la bestia solar, ligeras, hambrientas; y tras el viento se queda la lluvia, contemplando el horizonte curvado de mi sombra, sombra tremenda, sombra repleta de sombra, que dentro de la oscuridad se encuentra, y se ennegrece a sí misma del barro que a sus pies entierra.

Llueve. . . llueve. . .
Llueve; y seguirá lloviendo bajo las ramas grises que componen su geografía adusta, su cabello gris poblado de memoria e historia dolida, tremendamente dolorosa,
historia de huesos entrechocados, rotos, repletos de muertos llevados a cuestas sobre el dolor vestido y con forma de chupallita femenina; pero,
nunca existió el cansancio… . . . Nunca, nunca. . .
nunca existió el llanto agrio del miedo, no mientras estuvo bajo la quijada seca del Sol, pisando, enterrando la raíz pueblerina y polvorosa de roble en las llagas de la tierra roñosa que por camino tenía,
camino que también cultivaba, lleno de esparto y espanto,
haciéndolo fértil en cada tranco trágico, arrojando las semillitas a los surcos llagados como quien escupe oro de los dientes pútridos, porque de sus manos caían,
no,
de sus manos nacían la legión de las semillas de los hijos de los hijos de los hijos.

Ser hoja, semilla, fruto;
Ser llaga de ese roble, llegar curtido, partido, tumbado y orillado en medio del cultivo sin tiempo, el cual fue arrojado desconociendo el axioma científico-biológico, nada más que por instinto de hembra y hambre,
instinto terrible de árbol que se sabe tremendo y eterno, siendo resistente a nuestro golpeteo pequeño de susurro y brisa;
Ser pájaro muerto y crepuscular para posarme, asirme de sus ramas, y ahí construir-abolir el tiempo que pasa, irremediable, a la manera de respiración bajo la nada existencial de mis alas; irremediable e inexorable como
el dolor de ser de piedra, roble obscurecido por la universalidad de mi sombra;
Y tu sonrisa, fruto de frutos,
pienso envolverla dentro de mí,
en mi lengua subterránea
en mi pulso deconstruido con la terrible metafísica del análisis
en mi circular hálito agónico:
y así ser raíz de roble, y albergar en él pensamiento, respiración, vértigo y caída.  . .

Mientras no deje mi puñal de sangrar, escondido bajo mi garganta metálica, seguiré lloviendo
─porque soy quien llueve─
magníficamente,
colmando los caudales agrietados de sangre y salvia,
o recién arrancadas las ramas y hojas, un tanto ya, marchitas por el olvido colectivo del recuerdo, como quien arranca de la tierra
las piedras y los hijos, raíces que son arrancadas de la tierra bruta y revuelta como vacas que, aúllan, gimen, aúllan y gimen su permanencia, gimen al
son y danza del viento que sopla mi ala derribada como una torre derruida, como un hormiguero submarino que es un
laberinto que se debe, a oscuras, palpar y recorrer, saboreando las paredes con la lengua gastada, hecha ya agua, humedeciendo lo ya húmedo;

Ser raíz de roble para enterrar los pies en el rostro sucio, marchito, ennegrecido de la tierra, y llagar y repletar de surcos el camino, camino que antes había sido colmado de soledades y ausencias, habitado y deshabitado por el vacío de la ausencia de un Pensamiento campestre,
y ahora se levanta ahí, allí, como un puñado de arenisca irreductible, la semilla del canto humano;
Y se vuelca el canto espectacularmente de cabeza, colocando donde antes estaba el inicio las entrañas desgarradas del aislamiento sonoro; especulo una consciencia, y la sangro, especulando su origen:
¿De la imagen?
¿Del reflejo?
Ruge el silencio sobre la atmósfera, ensordeciéndola.
Ruge la obscuridad envolviéndome, deconstruyendo la sombra de mi sombra; y subterránea, se recoge el manto marítimo de los pies bostezando y
abrazando la circunferencia, espectacular y, añosa del roble amado. . .


La lluvia no expirará su canto alado, hoy.  .    .


─¿Llueves, también, sobre nuestro querido roble de piedra?

miércoles

Reflejo.

Soy
Soy muerte,
Muerte;
Soy mar y mensajero de mi propia muerte;
Ser mar y rompiente, para así
Deshabitar mi boca enferma de las palabras que la aquejan.

Deshabitarme, ausentarme, vaciarme al vacío del vacío;
Curvarme y terminar desapareciendo el vacío del vacío en el vacío propio de lo visto:

Reflejo Infinito, Infinito Reflejo.

Hablar y gesticular,
Y hablar
Abriendo, agujereando y tronchando las Grietas del Cielo;
Degollar mi garganta cargada de puñales, y sangrar;
Sangrar, irremediable
Y no morir ahí, ahí,
Cuando ya no respiro.

domingo

I.


La Urbe, la urbe grande, que me asfixia:
La que me vomita encima sus vehículos, el estruendo de la vida, las calles mojadas, la multitud;
Las miradas y las calles desgastadas por
La lluvia de la gente,
Sus pasos, sus alaridos;
O bien plantan y brotan las piedras de la tierra que
Yace muerta ahí, ahí:
Ahí también estoy muerto, junto a las piedras,
Y con el cuerpo cubierto con el agua
Esta llega casi a mi boca abierta y no respiro. (─Siempre estoy escuchando un alarido dentro de mí, Siempre.─)

Un Sol se cuela en mi rostro
Y lo recorre arañando el prisma de mis ojos,
Matando a la máquina hecha de
o sangre
o vómitos;
Veo una escalera orgánica, viva, grotesca, que supura cadáveres de sus flores encadenadas; y que,
Al contacto de mis dedos respira, habla, gime,
sobretodo gime al contacto del aire,
De mi aire,
De su aire;
Habla y respira, y araña con sus ramas las ventanas de mis entrañas haciéndolas gritar siempre al subir por ellas;
Al subir y permanecer.
Es el absurdo de conducirnos a ninguna parte; sólo subir y permanecer, para después caer estrepitosamente como su fruto,
O volar como los pájaros que somos… o Seremos.

Camino y me canso,
me canso:
Me canso mucho ante el Sol y las grietas del camino, y
Empequeñezco a cada paso que doy asfixiando la vista con mi sombra de la sombra que cada vez
se agranda irremediablemente,
Envolviendo mi rostro atónito por aquellos árboles plantados en suelo marchito cubiertos por la suciedad del Hombre
y de hombres
y mujeres
y niños que corren,
Desesperados, en busca de sus madres perdidas.

Solo
sólo
Me curvo ante la inmensidad del horizonte, y cierro los ojos,
y es ahí cuando sé que estoy,
junto a ti
Que ─existes─ estás frente a mí
Abrazada; y en cada movimiento respiro ─te respiro─ a la manera que el mar devora un naufragio y los tripulantes a la deriva,
abandonados
s
o
l
o
s.
Recuerdo, recuerdo como si no hubiera una vez y se me cayera a pedazos de los párpados cerrados y envueltos en él.

Y la lluvia se quedó ahí, en el viento, en el susurro de tu viento, en las gotas de sangre que caen infinitamente a mis ojos cerrados por el espanto de la angustia atragantada de
Universos en Uno mismo que, infinitamente reflejados, entrechocándose y tronchándose
a sí mismos,
brotan de sí sangre de sus hojas y viven guardándose en la tierra;
Y mueren arrasados por el leviatán del sol de mi susurro obsceno
A la manera de maderas negras carbonizadas por la agonía,
o como flores asfixiadas de cabezas caídas reprimidas.

viernes

Mendigos que te sonríen con las manos porque todo

─Todo.

Todo se les ha caído del rostro.

jueves

De Piedra (Final)

… ¡¡… …!!
. . . Mundos que caen de rodillas a los sepulcros sepultados por la tierra herida claman justicia, y a las grietas del cielo grito el naufragio mundial de tu silueta obscura varada al costado del camino del tiempo, o a la manera de pájaros y árboles negros, descendiendo, clavados en la muralla concreta de soledades y ausencias de la ciudad hecha mar y multitud, clamo el dolor parido de mis manos chorreadas de sangre. Y el mar tremendo de nuestros ojos, bestia indomable de apariencia calma, brama muerte sobre muerte despedazándose sobre roqueríos convertidos ya en arena deshecha; hundidos y perdidos, hundidos bajo nuestras aguas de siglos yacemos agonizando crepúsculos que tiempo atrás ya estaban muertos, y no lo sabemos: desconocemos lo que vemos, los que sentimos, PORQUE TODO ES MENTIRA, una gran mentira universal y la única certeza que tenemos es la de vivir nuestra muerte, hecha hembra y hambre, cargada de noche y pájaros muertos sueltos a la soledad del aire donde irremediablemente caen a la manera de termitas grotescas; agujereo el sentido de los cementerios corrompiendo sus murallas con mi alarido, este alarido, acumulando sus cadáveres ya inmortales, entregados al infinito del infinito de la muerte… … (… . . . Y) Muero muriendo y el dolor del alma supura la piel de piedras negras derrumbadas, y los pájaros que planean sobre el valle de mi grito armado de cuchillas llenas de desazón y estupor con el corazón y las entrañas se me deshacen cayendo a pedazos oxidados, mutiladas por los cuchillos, abortadas de mis manos; son los alaridos y gemidos que supuran de mí los que me superan en número. . Mis acciones están tiradas en la calle, la sucia calle que va cuesta abajo, empedrada y antigua, azotada, acuchillada, amordazada de la lengua y los dientes rotos cariados de niños que ruedan a pedazos, ensangrentando los mosaicos de piedra con el hambre tremendo del mundo que se me cae a pedazos cada vez más pequeños; y estos manchan mi rostro con sus estallidos; el corazón ya muerto se vuelve de piedra y endurecido se desmorona por los cerros y acantilados que componen nuestra geografía tumbada a nuestro lado como animales sin sentido, que aparecen y desaparecen del sueño dolido, o bien como animales que nos dentellan y arrancan como árboles heridos: sin raíces, sin hojas, sin frutos, sin pájaros que les canten. . . GRITO MI CONDICIÓN HUMANA y de aire, y de aire que soy, irremediable, traspaso los órganos del cuerpo habitado pudriéndolo sin que nada ya me detenga… .. … .. .
. .
.
. ..
─¡¿.?!