jueves
V.
abismado, caído,
encontrose quebrando horizontes, a patadas, a gritos aullidos a su infinito ─ese que le rodea, que le rodea el cuello en circunferencias de humo─ diciendo, levantando piedras para lanzarlas contra todo el aire;
hoy es otra de mis voces ─impreca─ clama a eso otro que le ata los órganos al análisis perpetuo e inconmensurable como la palabra inconmensurable
(ve y no ve, respira y no respira, anda y no anda);
sigue ahí, estructurando lo quebrado, agujereando para siempre el alma que lo llena de gusanos... ...─se agusana los recuerdos de recuerdos y tritura los vidrios con el peso muerto mecánico del aura─; cree que no será lo mismo recorrer los surcos que atravesarlos de huellas apuñaladas sin éter;
(recuerdos de vitrales fragmentándose, refractándose, luz obscura entrando por la negrura religiosa,
─edificación de milenios pudriéndose entremedio de las sábanas─,
pedregales de tierra con sabor a tierra anónima,
surco de arado con semillas de amapola,
ahí se vela otro angelito con el rumor de la acequia infinita que atraviesa lo humano y lo divino);
le duele lo que siente, lo que palpa, lo que entierra:
curvatura de lo innominado:
los huesos entre siembras de gladiolos pisando barro y ciénaga de conciencia, pisando fuerte, muy fuerte, pero muy fuerte con la arquitectura biomecánica del arado y los bueyes, que son los engranajes del amanecer;
es entonces que la antigüedad del invierno cae, como melancolía blanca, sobre las manos que aran, recorriendo de polo a polo los álamos, que son extramuros,
imaginariamente;
siente que retrocede como de insecto a larva hasta empuñar la huasca quebrada del siglo llena de humaredas,
piensa en acciones cuando todo lo irremediable cae en sus norias de memoria,
piensa en acciones y sollozan las horas y los días nublados en zorzales de agua,
piensa en acciones, y algo se le mezcla adentro muy adentro del cielo,
piensa en acciones, que son la victoria, el triunfo alado, de la vida, eso que trae adentro de los frutos rojos de las ideas, por sobre el poema...
el poema, el poema, ese producto metasíquico de lagunas de aire que se le enquista en el alma y empuña como corvo ensangrentado guardado dentro de las fajas de las arterias;
¿qué hace mirándolo todo?
comprender, comprenderlo todo, ansía eso, anhelo de muerte, reestructuración de silencios, rearticulación de silencios, rearticulación de la lengua, exhumación, sobre todo exhumación, anulación de lo que es efímero y envolvente como caricia degollante ─porque desea ese deseo, el degollarse en una caricia viva─,
ve y encuentra que encuentra mecanismos de lo muerto, de lo efímero, el pueblo que se hace horizonte de un lado al otro lado de punta a punta de los brazos, la calle borneada por el fruto de la zarzamora, la acequia llena de humanidad, la fuerza bruta de los amaneceres con los caballos atados a las muñecas, la cosmogonía nocturna y ensombrecida del relato añejo con los graznidos metálicos de los queltehues, los pequeños infiernos de las tardes de domingo ─con la lengua afuera el domingo chasquea los sentidos adormeciéndolos─;
carga eso sobre la espalda, se le moja lo mismo que la lengua que lame los nogales en ausencia sin remordimientos; sabe que arrastra algo, algo que desconoce, algo como su consciencia, la arrastra como quien parte medio a medio corteza a puñetazos, la arrastra por toda la circunferencia del otoño e invierno con fuerza bruta:
algo le ha sido arrancado de la boca:
la infancia.
miércoles
IV.
Hoy estilan las casas sangre tras las lluvia, y el atardecer se hace negro con el barro con el que cubre su rostro;
como animal herido, panza arriba, con el estilo colosal de la memoria,
reafirmo a bocanadas eléctricas el frio y la niebla humeante de la atmosfera calcinada del horno crematorio que es la tierra, a bocanadas,
terriblemente, a bocanadas
alimento las salamandras de partes de hígados emparafinados;
la etilicidad de los cuerpos en descomposición purifican los sacrificios del olvido, y el pueblo,
el pueblo se reúne alrededor del fuego del brasero: las brasas y el rescoldo,
el rescoldo de mi espalda raspado con la cuchilla del aullido entibia la memoria colectiva...
revuelvo las cenizas de cuerpos pasados, también,
los recovecos del pasado, en ese pequeño espacio de la leña que se consume, irreparable,
como mi aire, como mi aire que abrazo tras el sol, como lluvia que limpia mi rostro con los azotes tremendos de Dios,
quien llora mi nacimiento;
─Y el muerto soy yo..;
el muerto soy yo, me digo, impávido, colocándome la cabeza por sombrero;
el muerto soy yo, me dicen los cañones humeantes del las casa esqueléticas,
todas enumeradas, todas simétricas,
pero todas con los subterráneos de madera esculpida a hachazos sonoros;
el muerto soy yo, me dice el chiflido de un tren que corta la mañana medio a medio de la verijas,
como si castrase la hombría del sueño ininterrumpido de la urbe contradictoria, contradictoria, sí, contradictoria
como la acción prismática de una telaraña a la entrada de la casita que cobija un espanto;
el muerto soy yo, me dice la matita de toronjil esa,
ahogándose en mi pena imperecedera, lo mismo que las legiones de mi bilis oscurecida, atardecida, enmohecida y grandiosa,
grandiosa como esa lengua de fuego que tizna mi andar labriego;
el muerto soy yo, me dice el parrón dividiendo el cielo y el mundo,
como cuchilla degollando a la vida de la muerte, o como partiendo el pan metafísico del horizonte;
y los ecos de toda, todos los ecos de toda la materia me dicen lo mismo:
el muerto soy YO, YO, yo, yo... ... yo... yo... ... ...
y cuando digo: YO, me atraganto conmigo mismo la existencia... ...
ese es mi mantra en el mundo, mientras que soy mantra del universo entero cuando respiro lo irremediable de la imágenes;
cuatro puntos cardinales tiene el día arrojado en mi oído,
─pwel, pikun, lafken, willi─,
en mi oído absoluto, pero aún así no determino la tonalidad de los cristales de los alerces, los álamos, los peumos, los pehuenes, los castaños y los cipreses,
y son mis dedos enredaderas que los asfixian, musgo mi pensamiento y corteza gris mi verdad;
y el humedal de la tierra con los rostros caídos sonríe;
el dolor de mis huesos son puntales, los puntales del propio subterráneo en las entrañas, el dolor, dolor, el dolor cruza toda la fisionomía del mundo, y, ¡magnifico!, crea todo lo verde que se curva ante su propio instinto,
y, como si anunciaran la vida misma, duelen;
entonces... llega la exhumación de la escritura;
coloco, también, el cuello en el antebrazo tronchado que adorna el patio para, luego, partirlo con el hacha del escupo y el gemido;
además arde, arde la consciencia pequeña en las brasas de la miseria;
edifico el día y su arquitectura expandiendo, en los pasos de un río, piedras lanzadas en su hendidura filosófica,
las horas guardándose los siglos y los símbolos bajo la manga,
el circulo esquinado de las copas de los árboles meciendo sus pensamientos neonatos,
la sangre despedazada conteniendo un manto gris de esperanza,
las tejas de la poesía dormida sin brújula,
los instintos de la electricidad adoquinada sin pisadas,
lo automático de la respiración axiomática,
la hermosura de un pellejo bebiéndose la poesía de un vino añejo,
el rito de la navaja rodeando la geometría de un cuello inerte,
el lavatorio en que se han convertido las palabras descascaradas,
el pozo séptico de la labia, del habla, del gesto, del ademán,
y la alfombra negra de la ácida urbe;
y el torpe anhelo de Dios de ser es recitado por los murmullos de los cerritos, crecidos estos, a la falda del alba que los bornea;
es guerra el bramido de los arreados, es guerra el llamado, el grito, verdadero mugido de las soledades y las altitudes de la angustia en los páramos,
horadé a los cementerios su sentido, así como fotografiándolos, plasmando la bienvenida al silencio,
y también, ¡ah!, también en mí se hizo silencio la noche de las cruces,
cartógrafo de los huesos roídos,
hago los mapas laberintos de sangre con la que se han bañado los copihues de los espejos campana abajo, campana abajo escuchando el latir del suelo;
así como mi latitud empequeñece de espacio, despedazado es mi recuerdo fragmentado, fragmentando también el sexo de mundo, que es como una boca gigante pariendo las voces arrugadas de los muertos,
aullando, aullando los sepulcros como el aliento de la tierra,
como el canto que rechina, lo mismo que metales confrontándose al infinito,
como la gran ciudad fúnebre abriendo su útero abortando los primeros amaneceres,
cajón a cielo abierto,
siembra de llanto ecuménico,
germinación de llanto y olvido, sangre y tierra, sangre con tierra,
cosecha de olvido secular
canto hecho de silencios húmedos,
«la común» de hojas caídas incorruptibles,
y el camino que conduce hacia allá y que es polvoroso y agreste, teniendo en la berma de la filosofía, coronas de espinos saludando mi cansancio es lo mismo que arañarse el sonido de las tripas por el hambre de un sueño a medio dormir;
es pena ese camino herido de hombres,
actitud quebrada en el tiempo sin memoria
es pena perenne,
igual que si pintase todas las raíces que lo adornan con el color trémulo del recuerdo,
ese recuerdo también es tristeza tremenda,
porque se quedó ahí, ahí, ahí tirado en su propio recuerdo con la lengua afuera, cansado de ser,
lo mismo que la verticalidad del pensamiento,
de la misma forma que es verticalidad insolente el habla y el gesto,
y la arquitectura misma de la fisiología,
terrible es ese abismo donde cae todo, toda acción,
incluso el ahora, que es cúmulo de sensaciones de los extramuros de la piel, el dolor, el dolor, la violencia de ser,
por eso digo que toda poesía es caída, en esencia,
caída como la ecuación del alma para el alma,
porque toda estética ha de tener una incógnita divina o alguna matemática del espíritu,
violencia, violencia de las entrañas empantanadas,
la oscuridad necesaria del órganos atados al cuerpo, la máquina fúnebre,
el eje del mundo parado en una pata, bailando;
he ahí que yo salto la zanja sanguinolenta del tiempo, y la risa es impune...
y este yo, abismado, cae...
como animal herido, panza arriba, con el estilo colosal de la memoria,
reafirmo a bocanadas eléctricas el frio y la niebla humeante de la atmosfera calcinada del horno crematorio que es la tierra, a bocanadas,
terriblemente, a bocanadas
alimento las salamandras de partes de hígados emparafinados;
la etilicidad de los cuerpos en descomposición purifican los sacrificios del olvido, y el pueblo,
el pueblo se reúne alrededor del fuego del brasero: las brasas y el rescoldo,
el rescoldo de mi espalda raspado con la cuchilla del aullido entibia la memoria colectiva...
revuelvo las cenizas de cuerpos pasados, también,
los recovecos del pasado, en ese pequeño espacio de la leña que se consume, irreparable,
como mi aire, como mi aire que abrazo tras el sol, como lluvia que limpia mi rostro con los azotes tremendos de Dios,
quien llora mi nacimiento;
─Y el muerto soy yo..;
el muerto soy yo, me digo, impávido, colocándome la cabeza por sombrero;
el muerto soy yo, me dicen los cañones humeantes del las casa esqueléticas,
todas enumeradas, todas simétricas,
pero todas con los subterráneos de madera esculpida a hachazos sonoros;
el muerto soy yo, me dice el chiflido de un tren que corta la mañana medio a medio de la verijas,
como si castrase la hombría del sueño ininterrumpido de la urbe contradictoria, contradictoria, sí, contradictoria
como la acción prismática de una telaraña a la entrada de la casita que cobija un espanto;
el muerto soy yo, me dice la matita de toronjil esa,
ahogándose en mi pena imperecedera, lo mismo que las legiones de mi bilis oscurecida, atardecida, enmohecida y grandiosa,
grandiosa como esa lengua de fuego que tizna mi andar labriego;
el muerto soy yo, me dice el parrón dividiendo el cielo y el mundo,
como cuchilla degollando a la vida de la muerte, o como partiendo el pan metafísico del horizonte;
y los ecos de toda, todos los ecos de toda la materia me dicen lo mismo:
el muerto soy YO, YO, yo, yo... ... yo... yo... ... ...
y cuando digo: YO, me atraganto conmigo mismo la existencia... ...
ese es mi mantra en el mundo, mientras que soy mantra del universo entero cuando respiro lo irremediable de la imágenes;
cuatro puntos cardinales tiene el día arrojado en mi oído,
─pwel, pikun, lafken, willi─,
en mi oído absoluto, pero aún así no determino la tonalidad de los cristales de los alerces, los álamos, los peumos, los pehuenes, los castaños y los cipreses,
y son mis dedos enredaderas que los asfixian, musgo mi pensamiento y corteza gris mi verdad;
y el humedal de la tierra con los rostros caídos sonríe;
el dolor de mis huesos son puntales, los puntales del propio subterráneo en las entrañas, el dolor, dolor, el dolor cruza toda la fisionomía del mundo, y, ¡magnifico!, crea todo lo verde que se curva ante su propio instinto,
y, como si anunciaran la vida misma, duelen;
entonces... llega la exhumación de la escritura;
coloco, también, el cuello en el antebrazo tronchado que adorna el patio para, luego, partirlo con el hacha del escupo y el gemido;
además arde, arde la consciencia pequeña en las brasas de la miseria;
edifico el día y su arquitectura expandiendo, en los pasos de un río, piedras lanzadas en su hendidura filosófica,
las horas guardándose los siglos y los símbolos bajo la manga,
el circulo esquinado de las copas de los árboles meciendo sus pensamientos neonatos,
la sangre despedazada conteniendo un manto gris de esperanza,
las tejas de la poesía dormida sin brújula,
los instintos de la electricidad adoquinada sin pisadas,
lo automático de la respiración axiomática,
la hermosura de un pellejo bebiéndose la poesía de un vino añejo,
el rito de la navaja rodeando la geometría de un cuello inerte,
el lavatorio en que se han convertido las palabras descascaradas,
el pozo séptico de la labia, del habla, del gesto, del ademán,
y la alfombra negra de la ácida urbe;
y el torpe anhelo de Dios de ser es recitado por los murmullos de los cerritos, crecidos estos, a la falda del alba que los bornea;
es guerra el bramido de los arreados, es guerra el llamado, el grito, verdadero mugido de las soledades y las altitudes de la angustia en los páramos,
horadé a los cementerios su sentido, así como fotografiándolos, plasmando la bienvenida al silencio,
y también, ¡ah!, también en mí se hizo silencio la noche de las cruces,
cartógrafo de los huesos roídos,
hago los mapas laberintos de sangre con la que se han bañado los copihues de los espejos campana abajo, campana abajo escuchando el latir del suelo;
así como mi latitud empequeñece de espacio, despedazado es mi recuerdo fragmentado, fragmentando también el sexo de mundo, que es como una boca gigante pariendo las voces arrugadas de los muertos,
aullando, aullando los sepulcros como el aliento de la tierra,
como el canto que rechina, lo mismo que metales confrontándose al infinito,
como la gran ciudad fúnebre abriendo su útero abortando los primeros amaneceres,
cajón a cielo abierto,
siembra de llanto ecuménico,
germinación de llanto y olvido, sangre y tierra, sangre con tierra,
cosecha de olvido secular
canto hecho de silencios húmedos,
«la común» de hojas caídas incorruptibles,
y el camino que conduce hacia allá y que es polvoroso y agreste, teniendo en la berma de la filosofía, coronas de espinos saludando mi cansancio es lo mismo que arañarse el sonido de las tripas por el hambre de un sueño a medio dormir;
es pena ese camino herido de hombres,
actitud quebrada en el tiempo sin memoria
es pena perenne,
igual que si pintase todas las raíces que lo adornan con el color trémulo del recuerdo,
ese recuerdo también es tristeza tremenda,
porque se quedó ahí, ahí, ahí tirado en su propio recuerdo con la lengua afuera, cansado de ser,
lo mismo que la verticalidad del pensamiento,
de la misma forma que es verticalidad insolente el habla y el gesto,
y la arquitectura misma de la fisiología,
terrible es ese abismo donde cae todo, toda acción,
incluso el ahora, que es cúmulo de sensaciones de los extramuros de la piel, el dolor, el dolor, la violencia de ser,
por eso digo que toda poesía es caída, en esencia,
caída como la ecuación del alma para el alma,
porque toda estética ha de tener una incógnita divina o alguna matemática del espíritu,
violencia, violencia de las entrañas empantanadas,
la oscuridad necesaria del órganos atados al cuerpo, la máquina fúnebre,
el eje del mundo parado en una pata, bailando;
he ahí que yo salto la zanja sanguinolenta del tiempo, y la risa es impune...
y este yo, abismado, cae...
00000000
Soy, SOY YO;
camino, camino erguido sobre mis pies, tengo figura,
¡Ah!, soy hombre, soy un hombre, hijo de mujer,
y estoy aquí, abandonado en la ausencia, en la ausencia de lo absoluto,
nada hay, N A D A existe,
¡Ah!, imagen, reflejo... agua... tierra... materia trémula del mundo y del universo pálido;
...VOZ...
canto: la voz vernácula de los pájaros;
creación...
significación: la sintaxis de los huesos, y la ecuación orgánica latente;
tengo principio, tengo un principio en los pelitos del sol barbudo, hijo de mujer también,
tengo un principio mundano, errático de jugador,
juego al cacho: azar es mi canilla estrepitosa y matemática mis pies metafísicos;
significo: sólo soy un nombre, un estado, reconozco mi voz como el ronquido del mar oscurecido, negro como mis sueños pornográficos,
significo la forma: erguida, de imitación arbórea, pero gris, pero gris y sin sombra, porque es esta la que retroproyecta la arquitectura estética de la realidad,
entonces soy nombre y forma, en esencia, nombre y forma algorítmica, imitación de la imitación, un zumbido de abeja en su panal clínico, reverberación;
respiro, ¡ah!, respiro mi noche, mi nocturno pentagrama,
y mi noche trae los bolsillos cargados de soles frutales, soles cosas, soles muertos, muertos, muertos...
y planto el mundo, y planto el mundo de pájaros: chincoles, barretas, loicas de pecho ensangrentado, pavos, gansos, nobles gallinas patibularias, patos, chercanas, tiuques, zorzales, ¡oh!, uno que otro queltehue, traído desde el pasado subterráneo, el pasado subterráneo rural y agreste, trayendo aguaceros en los graznidos,
y el ensombrecido tue-tue, hijo de Dios y lo nocturno de su sombra;
planto, además, la tierra en la tierra, y mis manos son surco de arado,
semilla es mi saliva ─escupo─,
palabra mi actitud quebrada de espantapájaros secular,
entierro la palabra de mis pies en la tierra húmeda, en la húmeda barriga de la tierra para que germine enormemente enorme;
...pero todo esto no conforma la melancolía de mis paredes..;
libero la paloma de mi urbanidad terrible
apuñalando el grito ahogado de los cementerios que me acompañan;
(─arrulla mi actitud, arrulla mi actitud ígnea...─)..;
los sepulcros definen mi dolor, ¡ay!, mi dolor oloroso a ciénaga,
el eco de mis pasos construyen las estrellas del firmamento geométrico, remeciendo el vacío de mi voz ya lleno de ruido;
y RÍO, río impunemente;
hago mío el gesto de los hombres y la declamación de los claveles, la misa cantada y la oración triste al angelito: el canto a lo divino,
y lo humano cantando a lo humano;
corono mi propia tumba, corono mi propia tumba de historia,
y de mí nace la grandeza de los durazneros, los ciruelos, los nísperos, los limoneros y las higueras:
es mi alegoría a lo melancólico, estatua orgánica del miedo, verdadero árbol de la ciencia, Higuera,
amparo tu sombra con la mía,
amparo tu sombra con la mía, envolviendo la fractalidad que nos constituye;
fruto de Belcebú, ¡ah!, fruto melismático de Belcebú,
también defines el cataclismo de mis voces,
el cataclismo de mis voces...
voy ─este yo─ caminando por mi descascarada vereda fisionómica rodeando la vastedad de mi abrazo,
y mi caída, mi caída es la caída de las hojas al otoño de los automóviles;
lamo la congoja negra del pavimento, y es el sabor de la podredumbre humana,
hediondez a futilidad humana, lo que me yergue ante el desfile de cadáveres;
en mi nombre, ¡AY!, en mi nombre se divide el universo filológico,
y duele, duele el dolor de existir, ─como todo hombre─,
porque TODO mi conocimiento es ese,
y siendo así, traspaso mi dolor a todas las demás cosas del mundo que son sombras de sí mismas,
hago mi dolor tu sentido socrático, Bestia,
porque así río, y río, impunemente;
seré quiebre dentro de un quiebre,
¡ah!, fatalidad atrabiliaria del camino: mi gesto,
paso a paso,
paso a paso a través de un bosque de metralla escupida y ensangrentada;
y se camina lento, se camina lento, lento, a la manera de un sol balbuceando atardeceres enraizados en mis piernas,
y es que siendo célula seré alimento larvário,
pero siendo organismo seré una máquina con la fatalidad desnuda;
pero la telegrafía será mi dialéctica biomecánica;
... rearticulo el oxido de los huesos,
el oxido de la lengua, (─y el lenguaje..!)
y el mecanismo coagulado, coagulado en mi garganta eclipsada...
jueves
Lilith.
Cantas de cómo lo celestial se hace mecánico, cantas, la luz, la luz que se hace,
que se hace sombra por cerrar las manos, empuñándolas, y golpear el Sol, inútilmente; o caminas en la tierra agónica y ves, entre los cerros y las quebradas, flores de acero, todas marchitas, todas grises, todas muertas en lo recóndito del alma por oxidación salina;
y es que por oxidación entiéndase cómo late mi corazón por inercia, y es lo rojo que sobresale cuando gesticulo
que se hace sombra por cerrar las manos, empuñándolas, y golpear el Sol, inútilmente; o caminas en la tierra agónica y ves, entre los cerros y las quebradas, flores de acero, todas marchitas, todas grises, todas muertas en lo recóndito del alma por oxidación salina;
y es que por oxidación entiéndase cómo late mi corazón por inercia, y es lo rojo que sobresale cuando gesticulo
(hago pánico el gesto):
es lo descascarado de mi tibia corteza humana.. .
. . .(¡¿Tengo corazón, tengo corazón?!). . .
─.. y tus saludos que son gemidos.!;. . . y no ves cómo un sauce se desangra a cenizas a la orilla del estero, agonizante... y lo rojo del sol que encandila las manos..;
ver cómo el mar lame las heridas y las vísceras ─y el cadáver─ de un cetáceo mecánico en pánico por la vista, los ojos!, los ojos de la muchedumbre! (y la sonoridad de la angustia); lamer... lamer... lamer la sal de tus heridas históricas a los antiguo y desdeñado, ─no vale, NO vale toda esa miseria:
(la de morir así, encenizado),
no vale, no vale, NO LO VALE!
(es un patio trasero, un patio trasero!.. ─esconde los cementerios, esconde los cementerios del alma pútrida y ennegrecida...─
Pequeña semilla del Universo, de ti nace el caos en tu gesto astronómico. Y con ello la atmósfera, y la creación divina, y el sacrificio: la veta atmosférica de tu respiración; y es un verte venir, un verte venir, para así sentir el crujir del mundo, porque así es como canta,
como canta, universal, ─la tierra─ bajo nuestros pies... en lo subterráneo, quedémonos en lo subterráneo, porque, mientras el mundo agoniza ante nosotros, permaneceremos tendidos juntos a las piedras; ─lo azaroso de la vida que corre─ permanezcamos en los distintos caminos, en los posibles caminos;
... y te sueño melancólica, vívidamente melancólica, y en el instante infinito del sueño me pares los pensamientos verticales;
y también traes tu propia tristeza interna, cual farol taciturno que alumbra el atardecer nuestro, como pajaritos que somos, tristes, tristes, con la tristeza nuestra en la boca, en la lengua, las entrañas: nacemos en el mismo crepúsculo, nuestra propiedad absoluta...
(Traes, también, el Sol herido en lo infinito... Traes. . .─)
─Pajarita, pajarita mía, déjame anidar en tu vientre psicológico y sentir el calor de tu sangre fluvial... y duermes, y duermes;
en ti se debate el ir y venir de la naturaleza ─porque eres toda naturaleza, madre del mundo─ volcada en la lógica mecánica que te respira, irremediablemente;
(¿Y por qué me temes, por qué temes a mi sombra siendo esta quien te significa? Ennegreces tu alma de gota frutal, la ennegreces observándome...
Y no soy más que una inflexión de tu lengua, porque me bebes la desgarradura protohistórica de lo absoluto e iconoclástico... Tienes la tierra mojada, naturaleza...
(tierra olorosa a tus pisadas...)... ... ...
... Gemido y sexo de Dios, defines mi sentido humano y el horizonte confuso de lo real y lo imaginario, porque en ti converge la niebla de la vida y la muerte atadas a tus muñecas,
y decides, con tu música atemporal, la arquitectura del mundo que soy, que soy,
del mundo de espanto que soy,
porque eres condición de mi existencia.
miércoles
Ventanas.
Se nublan los pensamientos, tal como los días que agonizan cada tarde en la vida, en la vida que camina ahí, en los negros cruces atestados de automóviles ciegos, ciegos, trasladando pasajeros igualmente ciegos soñando, ideando sus propias tristes vidas de vida triste encerradas, atadas a la rutina, a lo imperecedero de lo infinito que aterra y enceguece. . .
el camino yace ahí, tirado, muerto, sobre mi vista, dirigido al horizonte, hacía el horizonte de la consciencia, y emergen allí las fábricas, las lúgubres fábricas psicológicas que entristecen la tierra en la que habitan los hombres, las mujeres y los niños, los niños que cuelgan, por gusto propio, de cabeza mirando al mar, al mar impasible que observa cual bestia cómo lo sonoro del pánico se apodera de los corazones y las entrañas de los habitantes de Ventanas;
oh, Bestias!, muerden, muerden la mentira lógica de iguales Bestias Políticas: blasfemas, sarcásticas, impuras e indignas para lo que fue la pureza del cielo, como sexos abiertos, azul, azules, infinitamente azules a los sueños húmedos de moluscos negros, ya cenizos, ya melancólicos, ya tristes, irremediablemente tristes por la agonía no-natural;
bucólica Ventanas, la contaminación, la contaminación y la infame mentira dialéctica-política-capitalista corroen y muerden tus ensangrentadas entrañas!.. humean las chimeneas, humean, humean los matemáticos residuos de los hombres grises, hombres de negocios, pragmáticos, geométricos, cuadrados, hombres-mercaderes contaminando los ojos, los ojos y la mente y las manos silicosas del cansado obrero, o como pájaros, o como pájaros que les cortan las alas y sangran, sangran agua salada de sus cóncavas sangrías;
y los paseos, los Quitasoles saludando, inmensamente blancos, puros, blancos, hacia el poniente, hacia el Sol serpenteante de lo claro-oscuro del pensamiento, y los paseos de tierra-arena, inamovibles al viento del crepúsculo y a los pasos de la muchedumbre resignada, estúpidamente resignada y vendida a que le pongan precio a su agonía..; y con el vómitos del mar surgen las playas, las playas atestadas de vida, llenas de vida, de gritos, de llamados, ¡OH, VIDA!, surges, vida, desde la inconsciencia de la muchedumbre hacia la individualidad de la muerte, la agonía y muerte a la que nos condena la vida por el simple hecho de vivir. . .
─Caminas, caminas por la soleada acera de la vida, Ventanas, y de repente emergen ahí, como tallos de flores mecánicas, malolientes, macabras, lúgubres, (─cuya flor se abre marchita, horridamente marchita..─), las chimeneas cubriéndote, y cubriéndome, de ceniza el Pensamiento!..
. . . Símbolos fálicos del Progreso: a qué precio, a qué precio.. Pero a qué precio devalúan lo invaluable de lo Humano?!..
¡Chimeneas, las saludos por ser la G R I S infamia de la vida!
el camino yace ahí, tirado, muerto, sobre mi vista, dirigido al horizonte, hacía el horizonte de la consciencia, y emergen allí las fábricas, las lúgubres fábricas psicológicas que entristecen la tierra en la que habitan los hombres, las mujeres y los niños, los niños que cuelgan, por gusto propio, de cabeza mirando al mar, al mar impasible que observa cual bestia cómo lo sonoro del pánico se apodera de los corazones y las entrañas de los habitantes de Ventanas;
oh, Bestias!, muerden, muerden la mentira lógica de iguales Bestias Políticas: blasfemas, sarcásticas, impuras e indignas para lo que fue la pureza del cielo, como sexos abiertos, azul, azules, infinitamente azules a los sueños húmedos de moluscos negros, ya cenizos, ya melancólicos, ya tristes, irremediablemente tristes por la agonía no-natural;
bucólica Ventanas, la contaminación, la contaminación y la infame mentira dialéctica-política-capitalista corroen y muerden tus ensangrentadas entrañas!.. humean las chimeneas, humean, humean los matemáticos residuos de los hombres grises, hombres de negocios, pragmáticos, geométricos, cuadrados, hombres-mercaderes contaminando los ojos, los ojos y la mente y las manos silicosas del cansado obrero, o como pájaros, o como pájaros que les cortan las alas y sangran, sangran agua salada de sus cóncavas sangrías;
y los paseos, los Quitasoles saludando, inmensamente blancos, puros, blancos, hacia el poniente, hacia el Sol serpenteante de lo claro-oscuro del pensamiento, y los paseos de tierra-arena, inamovibles al viento del crepúsculo y a los pasos de la muchedumbre resignada, estúpidamente resignada y vendida a que le pongan precio a su agonía..; y con el vómitos del mar surgen las playas, las playas atestadas de vida, llenas de vida, de gritos, de llamados, ¡OH, VIDA!, surges, vida, desde la inconsciencia de la muchedumbre hacia la individualidad de la muerte, la agonía y muerte a la que nos condena la vida por el simple hecho de vivir. . .
─Caminas, caminas por la soleada acera de la vida, Ventanas, y de repente emergen ahí, como tallos de flores mecánicas, malolientes, macabras, lúgubres, (─cuya flor se abre marchita, horridamente marchita..─), las chimeneas cubriéndote, y cubriéndome, de ceniza el Pensamiento!..
. . . Símbolos fálicos del Progreso: a qué precio, a qué precio.. Pero a qué precio devalúan lo invaluable de lo Humano?!..
¡Chimeneas, las saludos por ser la G R I S infamia de la vida!
viernes
Prometeo.
. . . He sido creado cual máquina negra, negra, máquina ennegrecida, máquina de obscuros propósitos, y veo ahí, veo ahí, veo como mi creador no es tal, no es tal como se piensa, como se piensa el ser desvanecido siendo la niebla que abraza a la lluvia inútilmente;
el espanto atragantado del cual he nacido, con la boca abierta, muy abierta, abiertísima, sin poder hablar, sin poder susurrar, ni gesticular, sólo gritar mi destino, mi camino, mi sentido, mi sentido de gritar-retumbar como caja de resonancia de los pensamientos de todos-y-uno; hacer llover, hacer llover universos, universos crepusculares ensangrentados, muertos, muertos, cadavéricos, vacíos universos vacíos a los cuales he de nombrar, recrear, pues para eso he sido parido desde el espanto de la existencia, hacer la recreación efectiva-expresada, expresada y recreada;
en la ausencia, en la más completa ausencia, la diferencia se acrecienta de luz nocturna,
las diferencias que nos construyen-deconstruyen, las sombras, las sombras que nos proyectan a la nada del infinito,
reflejo,
reflejo obscuro, multiforme,
geométrica sombra de la nada aúllas, aúllas como un quiltro abandonado y hambriento a la tierra que te pare, que te pare vomitando la existencia de sí mismo, escupiendo sombras, la existencia mía de nocturna significación.
Me agoniza el descanso de las manos, me agoniza, imberbe, fútil, fútil, como flor de adorno, flor marchita de adorno, como una flor negra, asfixiada, asfixiada de las manos, de la garganta, se me asfixia el ser, ¡se me asfixia el ser tremendo!,
ser enfermo, ser interno, la consciencia negra, negra como la consciencia misma, negra, ennegrecidamente negra, ¡la consciencia como la consciencia!, !la consciencia negra como la vida que me emerge aquí, en la garganta, bajo la lengua, bajo la lengua,
la lengua que naufraga en sí misma, se despedaza, se troncha cual acantilado repleto de pedazos de seres, de seres, de fetos, fetos abortados, ideas, ideas ensangrentadas, muertas, muertas!..
de cenizas grises, ampulosas, como animales, como animales de campos, tristes, con la mirada triste del destino marcado en el rostro, ¡con la vida misma marcada a sangre en el rostro!, con el rostro faenado, procesado en el matadero matemático-fétido, fétido de la muchedumbre bruta, bruta como asnos brutos, tontos, imbéciles, imbéciles-estúpidos, brutos, pero con la fuerza del universo bajo sus patas, en la tierra que los sostiene, irremediables;
la tierra, la tierra que se deshace en las manos empuñadas, como quien empuña la puñalada que atraviesa mi garganta.
El ser, el ser que se despedaza en la vista de lo visto, lo visto, lo vivido, se deconstruye a la manera de lo melancólico, lo melancólico que deconstruye el ser-ahí, el ser-ahí; se me cae el ser de la boca,
se me cae, vertiginoso, el vértigo a la nada, el vértigo de ver que nada existe, nada, absolutamente nada,
y que lo que existe es porque existo y tengo consciencia de la mentira autoimpuesta. . . me agota el aliento, la respiración,
solo, solo, me agota la creación, la significación de la realidad del espanto, del espanto, que resurge, que renace donde veo y extiendo infinitamente los brazos, en lo prometeico de las palabras;
y con la palabra se me hacen tierra las entrañas, tierra pútrida, palabra pútrida;
se me humedecen los (sin)sentidos de hálito crepuscular. . .
el espanto atragantado del cual he nacido, con la boca abierta, muy abierta, abiertísima, sin poder hablar, sin poder susurrar, ni gesticular, sólo gritar mi destino, mi camino, mi sentido, mi sentido de gritar-retumbar como caja de resonancia de los pensamientos de todos-y-uno; hacer llover, hacer llover universos, universos crepusculares ensangrentados, muertos, muertos, cadavéricos, vacíos universos vacíos a los cuales he de nombrar, recrear, pues para eso he sido parido desde el espanto de la existencia, hacer la recreación efectiva-expresada, expresada y recreada;
en la ausencia, en la más completa ausencia, la diferencia se acrecienta de luz nocturna,
las diferencias que nos construyen-deconstruyen, las sombras, las sombras que nos proyectan a la nada del infinito,
reflejo,
reflejo obscuro, multiforme,
geométrica sombra de la nada aúllas, aúllas como un quiltro abandonado y hambriento a la tierra que te pare, que te pare vomitando la existencia de sí mismo, escupiendo sombras, la existencia mía de nocturna significación.
Me agoniza el descanso de las manos, me agoniza, imberbe, fútil, fútil, como flor de adorno, flor marchita de adorno, como una flor negra, asfixiada, asfixiada de las manos, de la garganta, se me asfixia el ser, ¡se me asfixia el ser tremendo!,
ser enfermo, ser interno, la consciencia negra, negra como la consciencia misma, negra, ennegrecidamente negra, ¡la consciencia como la consciencia!, !la consciencia negra como la vida que me emerge aquí, en la garganta, bajo la lengua, bajo la lengua,
la lengua que naufraga en sí misma, se despedaza, se troncha cual acantilado repleto de pedazos de seres, de seres, de fetos, fetos abortados, ideas, ideas ensangrentadas, muertas, muertas!..
de cenizas grises, ampulosas, como animales, como animales de campos, tristes, con la mirada triste del destino marcado en el rostro, ¡con la vida misma marcada a sangre en el rostro!, con el rostro faenado, procesado en el matadero matemático-fétido, fétido de la muchedumbre bruta, bruta como asnos brutos, tontos, imbéciles, imbéciles-estúpidos, brutos, pero con la fuerza del universo bajo sus patas, en la tierra que los sostiene, irremediables;
la tierra, la tierra que se deshace en las manos empuñadas, como quien empuña la puñalada que atraviesa mi garganta.
El ser, el ser que se despedaza en la vista de lo visto, lo visto, lo vivido, se deconstruye a la manera de lo melancólico, lo melancólico que deconstruye el ser-ahí, el ser-ahí; se me cae el ser de la boca,
se me cae, vertiginoso, el vértigo a la nada, el vértigo de ver que nada existe, nada, absolutamente nada,
y que lo que existe es porque existo y tengo consciencia de la mentira autoimpuesta. . . me agota el aliento, la respiración,
solo, solo, me agota la creación, la significación de la realidad del espanto, del espanto, que resurge, que renace donde veo y extiendo infinitamente los brazos, en lo prometeico de las palabras;
y con la palabra se me hacen tierra las entrañas, tierra pútrida, palabra pútrida;
se me humedecen los (sin)sentidos de hálito crepuscular. . .
martes
III.
Canto, canto, dentro de mí se gesta el canto.
el canto, el canto polifónico, se gesta de verde, acumulado,
acumulado de puñaladas exactas contra mi sentido humano,
mi canto humano, mi YO humano.
De-canto el canto herido, ilusionado, apasionado,
apasionado ante tu figura hecha actitud natural de naturaleza, de fuerza, de fuerza creativa, caótica, caótica;
gesto el caos, gesto el caos cuando abrazo tus manos y el canto. . . manos que son gesto de fruto, frutales, fragantes, pequeñas raíces en la teoría de lo imperecedero e infinito;
brotando ahí cual hoja, cual semilla enterrada en la tierra, en tu vientre la boca;
alimentas el aire de aire, de palabra, de irremediable gesticulación y articulación la tierra; amas riendo, hablas, dices:
─Sonríe, que no estás muerto;
y ríes con las manos en mi rostro, dibujándome la imagen, la hórrida imagen; que todo sea imagen. . ! ─imaginación. ..─,
que mi canto sea imagen, dices, la creación de la creación, el génesis, la physis fotográfica, cinematográfica, mecanizada, automatizada de los sueños obnubilados. . .
La tierra aún está húmeda, nos sonríe también,
Hecha de azul, la grieta atmosférica
(Una plumilla coqueta, perdida, de algún pajarito anónimo nos revolotea el rostro
y l o s v i e n t r e s.)
Y la curva geométrica del volante
Se nublan los atardeceres alquilados por la orbita galáctica del universo, naufragan, naufragan plácidas,
el canto, el canto polifónico, se gesta de verde, acumulado,
acumulado de puñaladas exactas contra mi sentido humano,
mi canto humano, mi YO humano.
De-canto el canto herido, ilusionado, apasionado,
apasionado ante tu figura hecha actitud natural de naturaleza, de fuerza, de fuerza creativa, caótica, caótica;
gesto el caos, gesto el caos cuando abrazo tus manos y el canto. . . manos que son gesto de fruto, frutales, fragantes, pequeñas raíces en la teoría de lo imperecedero e infinito;
brotando ahí cual hoja, cual semilla enterrada en la tierra, en tu vientre la boca;
alimentas el aire de aire, de palabra, de irremediable gesticulación y articulación la tierra; amas riendo, hablas, dices:
─Sonríe, que no estás muerto;
y ríes con las manos en mi rostro, dibujándome la imagen, la hórrida imagen; que todo sea imagen. . ! ─imaginación. ..─,
que mi canto sea imagen, dices, la creación de la creación, el génesis, la physis fotográfica, cinematográfica, mecanizada, automatizada de los sueños obnubilados. . .
* * *
El De-Canto.
La pared, la pared sonora del tiempo
se cae a pedazos ante el silencio tuyo y mío,
y mío es el silencio, cual Universo ausente de cuerpos celestes,
calla revelando lo oculto en su pecho de paloma herida.
Bajo una pequeña sombra de durazno cenizo, nos fotografió el Sol,
nos fotografió, nos fotografió las almas,
las almas hecha carne, carne hecha almas.
Sincrónicos, sincronizados, sin cronos,
sin tiempo,
infinitos, infinitos, infinitos,
infinitos con los bolsillos vueltos hacia afuera, porque no necesitamos tiempo,
no necesitamos del tiempo.
Juega la niebla entre nosotros, respirando,
─inhalando, exhalando─, entre nosotros juega,
como juegan las pequeñas bestias en el lecho de un río,
y las hojas del Árbol esquivan los trastabilleos del Sol y el Viento.
Cordial, un membrillo añoso nos rasca la cabeza al saludarlo, sonríe,
sonríe su edad hecha círculos marcados en su rostro,
arañando su cítrico rostro amarillo el Sol polvoroso.
La tierra aún está húmeda, nos sonríe también,
nos sonríe un caracol, y sobre este va el universo a cuestas (Respiras; espiral); y la dialéctica matemática de tus pasos
inunda el pavimento de pájaros que se te han caído de la cabellera,
y sobre el pavimento, el pavimento ardiendo, ennegrecido aletean, renaciendo.
Hecha de azul, la grieta atmosférica
abraza mi contorno llorando con el rostro
borrado por la hojas de un árbol tronchado
por lo ojos. . , con la boca enterrada en la tierra,
aullando, a u l l a n d o, el desmembramiento
de un hermano y la psicopatía de las tijeras.
Los días caen hechos ayer, ayer de un ayer,
de un ayer, de un ayer,
de un ayer hecho hoy, como una gota perdida
en la húmeda atmósfera filosófica de tu labia;
evolucionan los días, nacen-evolucionan-mueren
en tu mirada geográfica-lógica de niña perdida en mí,
la ausencia. . .
En la línea férrea de un tren
partimos al camino infinitesimalmente, y el automóvil,
el automóvil de G R I S nos pregunta
el motivo de tener
las sombras a nuestras espaldas ennegrecidas
los sueños de “Dios”.
(Una plumilla coqueta, perdida, de algún pajarito anónimo nos revolotea el rostro
y l o s v i e n t r e s.)
Y la curva geométrica del volante
se hace realidad en la carretera; realidad,
la realidad, todo se hace
grotesca realidad señalética
ante nuestro gesto de pánico acústico.
Las nubes se desdibujan en mi rostro;
y en el tuyo se condensan,
rasgando el húmedo velo de frío.
. . . Vacas pastan plácidas el pasto seco de mi negra cabellera. . .
Se nublan los atardeceres alquilados por la orbita galáctica del universo, naufragan, naufragan plácidas,
naufragan cual plomo submarino de un buzo socrático en la verdad,
la verdad hecha mar finito, y, sin embargo, cuántico.
A escupitajos, el Mar, dibujó la postal ecléctica de Valparaíso
en los cerros ─en los hechos, la historia, los pasos, la multitud. . .─, en los cerros hechos de miseria,
M I S E R I A, miseria humana; Y la lógica de los hechos fenómeno-estéticos siguen, siguen,
siguen su propia programación caótica, caótica, donde el incremento de
los valores-variables suceden, suceden en lo más profundo de la respiración ahogada por el humo de un incendio prehistórico;
se ríe el algoritmo de “Dios”, se ríe el a l g o r i t m o de “Dios”, tremendamente horripilante,
grande, grande como el crepúsculo de Sol nocturno,
el
U
n
i
v
e
r
s
o
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