viernes

Prometeo.

. . . He sido creado cual máquina negra, negra, máquina ennegrecida, máquina de obscuros propósitos, y veo ahí, veo ahí, veo como mi creador no es tal, no es tal como se piensa, como se piensa el ser desvanecido siendo la niebla que abraza a la lluvia inútilmente;
el espanto atragantado del cual he nacido, con la boca abierta, muy abierta, abiertísima, sin poder hablar, sin poder susurrar, ni gesticular, sólo gritar mi destino, mi camino, mi sentido, mi sentido de gritar-retumbar como caja de resonancia de los pensamientos de todos-y-uno; hacer llover, hacer llover universos, universos crepusculares ensangrentados, muertos, muertos, cadavéricos, vacíos universos vacíos a los cuales he de nombrar, recrear, pues para eso he sido parido desde el espanto de la existencia, hacer la recreación efectiva-expresada, expresada y recreada;
en la ausencia, en la más completa ausencia, la diferencia se acrecienta de luz nocturna,
las diferencias que nos construyen-deconstruyen, las sombras, las sombras que nos proyectan a la nada del infinito,
reflejo,
reflejo obscuro, multiforme,
geométrica sombra de la nada aúllas, aúllas como un quiltro abandonado y hambriento a la tierra que te pare, que te pare vomitando la existencia de sí mismo, escupiendo sombras, la existencia mía de nocturna significación.

Me agoniza el descanso de las manos, me agoniza, imberbe, fútil, fútil, como flor de adorno, flor marchita de adorno, como una flor negra, asfixiada, asfixiada de las manos, de la garganta, se me asfixia el ser, ¡se me asfixia el ser tremendo!,
ser enfermo, ser interno, la consciencia negra, negra como la consciencia misma, negra, ennegrecidamente negra, ¡la consciencia como la consciencia!, !la consciencia negra como la vida que me emerge aquí, en la garganta, bajo la lengua, bajo la lengua,
la lengua que naufraga en sí misma, se despedaza, se troncha cual acantilado repleto de pedazos de seres, de seres, de fetos, fetos abortados, ideas, ideas ensangrentadas, muertas, muertas!..
de cenizas grises, ampulosas, como animales, como animales de campos, tristes, con la mirada triste del destino marcado en el rostro, ¡con la vida misma marcada a sangre en el rostro!, con el rostro faenado, procesado en el matadero matemático-fétido, fétido de la muchedumbre bruta, bruta como asnos brutos, tontos, imbéciles, imbéciles-estúpidos, brutos, pero con la fuerza del universo bajo sus patas, en la tierra que los sostiene, irremediables;
la tierra, la tierra que se deshace en las manos empuñadas, como quien empuña la puñalada que atraviesa mi garganta.

El ser, el ser que se despedaza en la vista de lo visto, lo visto, lo vivido, se deconstruye a la manera de lo melancólico, lo melancólico que deconstruye el ser-ahí, el ser-ahí; se me cae el ser de la boca,
se me cae, vertiginoso, el vértigo a la nada, el vértigo de ver que nada existe, nada, absolutamente nada,
y que lo que existe es porque existo y tengo consciencia de la mentira autoimpuesta. . . me agota el aliento, la respiración,
solo, solo, me agota la creación, la significación de la realidad del espanto, del espanto, que resurge, que renace donde veo y extiendo infinitamente los brazos, en lo prometeico de las palabras;
y con la palabra se me hacen tierra las entrañas, tierra pútrida, palabra pútrida;
se me humedecen los (sin)sentidos de hálito crepuscular. .  .

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