martes

(Dos)

Caes de tremendas alturas directamente al charco de mi tristeza negra
Y sanguinolenta,
Atragantada, despavorida
Con mi lengua desbocada y arrasada por mis manos curtidas por el frio de tu susurro, ─Y ríes─,
Y son mis brazos, a la manera de fortalezas, quienes te atajan en la caída, y caen junto a ti, compartiendo tu destino, ─y sonrío─.

Desesperados y ciegos,
Ciegos,
Ciegos del alma destemplada,
Ciegos de las entrañas vacías, caemos a la desesperación de la desesperación; y agarrada a nuestras manos roídas corre la muerte sórdida, apretando los dientes y riendo a carcajadas rotas.

(Es en la cabeza donde nos acaricia con sus huesudos dedos largos, y ríe con las manos)

Cerramos los ojos porque no queremos despertar con la angustia de saber que tendremos que dormir nuevamente el sueño.
Eso es lo terrible de sabernos: Únicos.

Se me ha caído un pedazo de semilla de los parpados; Mujer:
Recógelo y plántalo, disfruta de de sus frutos marchitos regados por mis pensamientos de mamparas derrumbadas y empapadas de licor barato.
Así pasaran los días, como transeúntes cojos, tuertos, malolientes; transitarán decrépitos apoyados en su bastón de huesos de árbol hecho carbón y paridos por el leñador mísero del tiempo.

¡Vamos, vamos cayendo!, tan libres como una caída de agua, ¿qué será lo que nos espera al final? ¿o es que caeremos eternamente, malditos por el amor íntegro que parimos con nuestras manos?
¡Nos romperemos los brazos, las piernas y la cabeza, Mujer!

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