jueves

Antíphysis

En el sueño de un cuesco de durazno, "Dios" es un insecto recorriendo un brazo poblando de bosques de universos el universo; el brazo se sacude, porque "Dios" muerde a su creador,
y este cae formando espirales geométricas, aprendiendo, él, el lenguaje matemático de la muerte y su agonía, su propia agonía
(... —Fibonacci se me ríe entre los dientes y la lengua—, otra vez...)...
Y revisa sus bolsillos cargados, llenos, de tremenda noche insomne, pronto a caer a un charco de agua,
y se suspende en el aire para arrojar una moneda; circularmente, la onda se expande reflejándose, "Dios",
y se ve, llevándose el espanto al hocico por ver a un hombre espantado de su espanto por el reflejo.

Entonces, "Dios", dijo:
—Haré del hombre mi reflejo, sus ojos serán mares y su boca escupirá mi espanto en la tierra quemada.


Y se rió;

(«y vio, cual Viento, que era bueno e hizo al tiempo el sin fin: el segundo, el vigésimo, el milésimo, el eterno génesis.»);


se hizo la antíphysis mecánica infinita;
el sueño, la hórrida paradoja, se cae a pedazos,
a pedazos, a pedazos de hombre el vitral, de hombre.

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